Nuestro camino de conversión no solo nos lleva a reconocer aquello de lo que hemos de despojarnos –la indiferencia, la sordera, la inhumanidad, el deseo de «bienestar»–, sino también aquello que hemos de incorporar a nuestra vida: las esperanzas que atisban los signos de los tiempos… Comienza hoy por atisbar la esperanza, en los sueños y en la vida de las personas empobrecidas; ponles rostro, nombre, circunstancia y ora con ellas.