
El Adviento que hemos recorrido y la Navidad que hemos gozado con esperanza nos suman a la tarea de Dios, a su sueño del Reino, a su proyecto de humanización. Por eso, este tiempo, ordinario y cotidiano, es el de arremangarnos en un compromiso apostólico que reclama nuestra entrega vital. El seguimiento de Jesús no nos encierra en un círculo de rutina constante, sino que nos hace avanzar en la novedad de la esperanza, sembrando semillas de fraternidad, siendo trabajadores de la paz, de la justicia, movidos por el amor y la misericordia entrañable, acompañando el caminar y la vida de nuestro pueblo, despojándonos de todo aquel peso inútil que nos impide caminar.
2º Domingo TO A