La razón de nuestra esperanza es esta: Dios está con nosotros y Dios se fía aún de nosotros. Él viene a habitar con los hombres, elige la tierra como morada suya para estar junto al hombre y hacerse encontrar allí donde el hombre pasa sus días en la alegría y en el dolor. Por lo tanto, la tierra ya no es sólo un «valle de lágrimas», sino el lugar donde Dios mismo puso su tienda; es el lugar del encuentro de Dios con el hombre, de la solidaridad de Dios con los hombres.
3er Domingo Adviento 22