
Lázaro hoy sigue teniendo nombre y rostro –el que nuestro mundo le niega queriendo invisibilizarlo–, cuando llega en patera a nuestras costas, o muere en el mar, o intentando saltar la valla, o cuando lo escondemos en los barrios empobrecidos de nuestras ciudades, cuando los expulsamos y descartamos de la vida.
Sigue teniendo nombre el Lázaro de la creación esquilmada por el egoísmo de las grandes corporaciones, por nuestro afán depredador y consumista, por nuestro estilo de vida ansioso de satisfacer deseos y caprichos que convertimos en falsas necesidades.
Sigue teniendo nombre el Lázaro confinado a la precariedad del trabajo y la existencia, a la desesperanza de una vida sin horizonte. Sigue siendo Lázaro quien muere cada día en accidentes de trabajo que podrían evitarse…
Desde esa realidad queremos orar.
26º Domingo TO