
La relación verdadera con Dios –la oración sincera, el culto agradable a Dios– se establece siempre desde el reconocimiento del don, desde nuestra condición filial y desde la ofrenda de nuestra vida: Te ofrecemos, todo el día, nuestro trabajo, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas, porque así podemos ir pensando como Tú, trabajando contigo, y viviendo en Ti, y llegar a amarte con todo nuestro corazón y a servirte con todas nuestras fuerzas.
32º Domingo TO