Pregúntate, como se preguntó Rovirosa, si eres consciente del amor de Dios. No si tienes tal o cual idea sobre Dios. No si sabes determinadas nociones sobre Él. Ni siquiera si te sabes oraciones que decirle. Pregúntate si experimentas de verdad que Dios te quiere. Si experimentas la inmensidad de ese amor entrañable que le lleva a ofrecerse por ti. Si eres consciente de esa ofrenda continua de Dios por ti. Y si no lo eres ¿qué te lo obstaculiza?