Ser cristiano es saber esperar en Dios. Y esto no significa sentarnos a ver la vida pasar, sino activar esa esperanza para que las semillas del Reino germinen y broten. Esperar en Dios es activar nuestra vida para ayudar a mostrar las pequeñas experiencias y realizaciones que anticipan el Reino, es valorarlas, es ayudar a otros a experimentarlas y vivirlas. Es saber activar las experiencias comunitarias de fraternidad, solidaridad, justicia, comunión… que nuestro mundo necesita. Es hacer posible otra manera de trabajar, de concebir la economía, las relaciones sociales, la política…