
Ser cristiano es saber esperar en Dios. Y esto no significa sentarnos a ver la vida pasar, sino activar esa esperanza para que las semillas del Reino germinen y broten. Esperar en Dios es activar nuestra vida para ayudar a mostrar las pequeñas experiencias y realizaciones que anticipan el Reino, es valorarlas, es ayudar a otros a experimentarlas y vivirlas. Es saber activar las experiencias comunitarias de fraternidad, solidaridad, justicia, comunión… que nuestro mundo necesita. Es hacer posible otra manera de trabajar, de concebir la economía, las relaciones sociales, la política…
32º Domingo TO