
El miedo es lo contrario al amor, y si falta el amor, falta la fe. Cuando nuestra vida no está habitada por esa consciente experiencia cotidiana del amor de Dios, somos vulnerables a toda contrariedad. El miedo imposibilita construir una sociedad más justa, humana, fraterna y solidaria.
La insistencia, por tres veces, de Jesús en el evangelio de hoy es precisamente: «No tengáis miedo». Y la razón para no temer es la confianza en el Padre, la confianza que nace de la experiencia amorosa de Dios en nuestra vida, del sabernos y sentirnos amados por Dios, del dejarnos amar por él. Es este amor el que es digno de crédito y fe.
12º Domingo TO