No. No son los hombres los que me pueden convertir a Cristo. El único que me puede convertir a Cristo es el mismo Cristo. Este me parece que es un gran fallo de los cristianos de hoy, y de siempre: que seguimos a unos hombres que nos han adoctrinado, pero no nos han convertido. Y faltando la conversión, que es el contacto con Cristo, ha de tenderse necesariamente a que la religión se adapte a mi vivir, en vez de adaptar mi vivir a la religión (Rovirosa, OC, T.I. 365).
21º Domingo TO