¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya!
Como Iglesia somos enviados a anunciar la Buena Noticia de que vive; de que el Crucificado es quien ha resucitado, y por eso hay otra vida posible, hay presente y futuro posible de vida para quienes se nos revelan crucificados en este mundo: los pobres y olvidados, los marginados y excluidos, los descartados de esta sociedad. Hay dignidad y esperanza para el mundo obrero.
Es el encuentro con el Resucitado lo único capaz de transformar nuestra vida y de llenarla de la alegría del Evangelio. Y si no hay esa alegría, a lo mejor no hemos llegado aún donde nos espera. La Pascua es tiempo de echarse al camino con pies ligeros, los ojos abiertos, los oídos atentos, para reconocer al Resucitado presente en la vida.
2º Domingo de Pascua