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Ana Martínez de Luco: «Estar donde te conocen y reconocen da dignidad»

25 enero 2019 | Por

Ana Martínez de Luco: «Estar donde te conocen y reconocen da dignidad»

Abraham Canales y José Luis Palacios | Natural del País Vasco, esta hermana vedruna llegó a Nueva York en 2004 e impulsó la asociación de recicladores de la calle Sure We Can (Seguro Podemos, aunque can también se refiere a lata), vinculada a la llamada Economía Popular.

¿Se imaginaba la vida religiosa que ha llevado (de España a Filipinas, y ahora en Estados Unidos) cuando decidió incorporarse a las religiosas vedrunas?
Pues sí y no. Sí, en el sentido de ser universal, compartir mi vida y mi ser con cualquier pueblo de la tierra, sobre todo con quienes sufren más o son dejados en la cuneta. No en los pasos más concretos, países en los que he vivido después. Soñaba con ir a África, y África es el único continente en que aún no he vivido.

¿Cómo y por qué acabó en la organización Sure We Can (SWC), una organización de lateros de Brooklyn que da empleo a personas sin hogar?
A los pocos meses de llegar a Nueva York me sentí invitada a unirme a la gran comunidad de quienes viven en la calle, quienes viven sin hogar. De ahí salió el que entrara en una organización de personas sin hogar, Picture the Homeless, donde comenzaban a organizar un comité de lateros y lateras. Me uní al grupo y, poco a poco, fui saliendo algunas noches a recoger latas. Eugene Gadsden, uno de los cofundadores, que llevaba haciendo ese trabajo desde hace casi treinta años, fue mi instructor. Así conocí a un grupo que se reunía en la parte oeste de la ciudad esperando a un camión para entregar las latas. Al poco, la organización que venía con el camión se cerró y, ante la necesidad de tener un lugar o centro donde entregar las latas, nos pusimos a buscar alguna solución. Mi papel principal fue compartir el problema, sobre todo con la sociedad civil de la ONU. Fueron saliendo amigas y amigos con ganas de ayudarnos a encontrar alguna solución. Sin ninguna planificación, sin ver nada claro, moviéndonos más por la intuición o mejor, dejándonos mover por «alguien» que sabe más, fue saliendo a la luz Sure We Can.

¿A cuántos trabajadores organizan en SWC y cuál es el modelo de empresa?
No es en realidad una empresa en sí. Se llama Centro de Redención y se trata de facilitar que se «redima» o recobre los 5 cinco céntimos que cada lata o botella de agua, cerveza o soda tiene como depósito; el público, al comprarla ya lo paga, pero no se molesta en devolver a la tienda; eso favorece el que personas sin otras posibilidades de empleo, por muchísimas razones, salgan a recogerlas y recobren el depósito.

Llegan a Sure We Can alrededor de 100 personas diariamente, trayendo lo recogido; el espacio es muy importante porque hay muchos de ellos que pasan horas y horas tratando de separar sus envases, pues cobran más si los dan arreglados. Esto facilita la «vida comunitaria» del grupo, que como trabajo –salir a recoger–, se hace individualmente. Aunque la diversidad es muy grande –de más de 20 países, distintas lenguas…–, el hecho de que se cambien los envases para poder acabar su trabajo y ganar más crea un nivel de comunicación que de otra manera seria imposible lograr.

Desde el principio, deseamos que el modelo de empresa fuera tipo cooperativa y que quienes recogen las latas gestionaran el centro. La experiencia nos dice que los modelos, por muy buenos que sean, tienen que acomodarse a cada realidad. Hasta hoy, no se ha logrado ser realmente cooperativa, aunque sí se viven muchos elementos de ese modelo. En la junta directiva, el 50% son personas lateras que representan las distintas lenguas del grupo; y son 10 las personas que trabajan gestionando el centro, inmigrantes, dos de ellas «sin hogar».

¿Tienen relación con sindicatos?
En EEUU casi no existe la cultura de «sindicato» y los que hay son de maestros, trabajadores del ferrocarril, etc. Entre quienes nos movemos en la economía popular es casi impensable hablar de sindicatos, pero sí de movimientos populares, alianzas, redes…

¿Qué es lo que más valora de su labor allí?
Lo que me hace volver allí es el deseo de acompañar a mis hermanos, (la gran mayoría son hombres). Si quisiera hablar de mi «especialidad», sería el ser hermana, amiga, en el sentido más literal de la palabra, sobre todo de quienes tanto sufren un alcoholismo severo. Hace unos días me encontré diciéndome a mí misma que estos hermanos son hoy como los leprosos del tiempo de Jesucristo. Creo que, en teoría, sabemos que es una enfermedad lo que los deja tirados en la cuneta y, sin embargo, lo que sale es como el desprecio y hasta el culparlos con expresiones como «si dejaran de beber», «estos borrachos»… He aprendido mucho de ellos y ahora solo deseo estar ahí, para cada uno, sin forzar nada, sin expectativas que no llevan más que a la frustración; pero sí, con cariño, aceptación y esperanza, acompañando su doloroso caminar diario.

Significa tener una razón para empezar un nuevo día, significa sentirse útil, ejercer sus habilidades, participar en la sociedad. El venir a un lugar donde te conocen y reconocen; a quienes les preocupas e interesas, da dignidad, humanidad. Y significa una ayuda monetaria muy necesaria, aun cuando en algunos casos sea solo para comprar alcohol, pero al menos no se roba; y mientras se está recogiendo las latas, se camina, se hace ejercicio y se bebe menos.

Su labor recuerda a la de Dorothy Day y sus casas de acogida. ¿Cuál son las similitudes y las diferencias?
Sí, hay similitudes y ciertamente le tengo mucho aprecio. Las dos somos un poco «locas», pero se nos va el corazón hacia un mismo estilo de personas e intereses. Pienso que Dorothy fue aún más atrevida y quizá más organizada; creó ciertas estructuras como las casas de acogida, que perduran en el tiempo. Quizá mi manera de ser «itinerante», me empuja a ir siempre «de camino». La poesía de Machado «caminante no hay camino, se hace camino al andar» me resuena constantemente.

En particular, ¿cómo ha sido la respuesta de las autoridades eclesiásticas y las comunidades católicas?
Me haces una pregunta de esas que no se desea contestar. Creo que por lo mismo que acabo de decir, no encajo fácilmente en ningún molde. En este caso, uso «molde» porque toda institución, sin duda la de nuestra querida Iglesia católica, tiende a fortificar los «moldes» y quienes no encajamos bien, quedamos «desencajadas», pero no pasa nada, tampoco se trata de «encajar», sino de seguir a «alguien» que desencajó bastante en las instituciones religiosas de su tiempo. Vamos, que me siento en paz y casi siempre apoyada, querida por las personas de las comunidades donde me muevo.

¿Cómo han respondido las instituciones, la sociedad civil y los ciudadanos ante un proyecto de inclusión y reciclaje?
En general, siento que bien. Los dos temas que mencionas: inclusión y reciclaje, están hoy en el ambiente, especialmente entre la juventud. Vienen muchos estudiantes de maestrías y doctorados a hacer sus trabajos desde esta perspectiva; les sentimos personas amigas y compañeras. Creo que nos «damos» mutuamente y el caminar se hace más ligero con su presencia y buena energía.

¿Cuáles son ahora sus prioridades personales y hacia donde enfoca su labor social?
Hay dos prioridades, dos temas en los que quiero enfocar lo que me quede de vida: las personas sin hogar y el cuidado del planeta. Deseo hacerlo de forma tanto global: pertenezco a un grupo de trabajo sobre personas sin hogar en la ONU, Working Group to End Homelessness, como a nivel local. En cuanto al cuidado del medioambiente, a nivel global, me he comprometido con la Alianza Global de Recicladores, y a nivel local cooperando con la educación, trabajando con grupos que tratan de parar la destrucción vertiginosa en la que nos hemos metido y de buscar alternativas de potenciar la vida a todos los niveles.

La Iglesia, empezando por el papa Francisco, tiene una conciencia clara de que su misión es estar con las personas pobres, acompañarlas y promocionarlas… ¿Qué inercias, prejuicios e incomprensiones quedan todavía por superar para que la Iglesia sea cada vez más la Iglesia de los pobres?
¡Qué te diré! Una amiga me regalo un libro muy bueno que explicaba un concepto para mi nuevo, el significado de la palabra aporofobia (miedo, hostilidad, rechazo a la pobreza, al pobre…, y mucho más). Se lo agradezco mucho. Es algo que se siente, se percibe, pero hasta que no se le pone nombre, como que no se sabe qué es, ni cómo hacerle frente. Es una fobia mucho más común que las otras fobias y sin embargo no se habla de ella. Si no somos conscientes y superamos esa fobia, no podremos ser Iglesia de los pobres. Y al mismo tiempo, una vez que se supera, se vive en libertad y se llega a gozar mucho en la relación con las personas a las que se rechazaba, ignoraba o evitaba.

SWC ha participado en los encuentros mundiales de movimientos populares con el papa Francisco. ¿Qué ha supuesto para vuestra organización este compromiso del santo padre para vuestra organización?
A Francisco lo entendemos, lo sentimos hermano, cercano, que habla nuestro lenguaje. Hasta los no católicos lo aprecian. Ha supuesto una fuerza grande, el recobrar el puesto que nos corresponde, como iguales, como participantes y agentes de un cambio social muy necesario. Francisco repite y así lo creemos que es quien sufre una realidad el que está mejor «equipado» para buscar soluciones y salir de ella, aunque necesite agarrarse a otras manos que ayuden.

¿Tienen establecidas algún tipo de alianzas de ámbito global, internacional, con otras organizaciones para el intercambio de experiencias o para fortalecer el papel de los movimientos populares o de recicladores?
En octubre tuvimos un encuentro de personas recicladoras: lateras, cartoneras…, en Buenos Aires. Fue una experiencia buenísima. Quienes nos convocaron, con anterioridad nos habían convocado a los encuentros de movimientos populares con Francisco, jóvenes muy comprometidos con la economía popular, con trabajadores excluidos. En ese encuentro se decidió convocar un congreso mundial de recicladores para el 2020 y nos hemos puesto manos a la obra para conectar con personas y grupos que quizá no sepan que pueden unirse, para que juntos y juntas tengamos más fuerza a la hora de «empujar» la historia hacia un mundo mejor, más justo y solidario, más limpio y saludable para todos.

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