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Una muy seria amenaza

16 enero 2019 | Por

Una muy seria amenaza

Francisco Porcar | En su intervención ante el Parlamento Europeo en 2014, el papa Francisco decía respecto a las políticas europeas de migraciones: «No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda. La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes».

Desde entonces las cosas han empeorado mucho, no solo en Europa. Por citar solo algún ejemplo, desde las políticas y los discursos repugnantes de Trump en Estados Unidos, con sus miserables comportamientos con los migrantes que intentan llegar al país, maltratando incluso a niños y niñas, pasando por los comportamientos y discursos monstruosos del italiano Salvini, hasta las increíbles prácticas de gobiernos europeos que ponen en serio peligro vidas humanas rechazando a náufragos; sin olvidar los discursos tan indecentes de las derechas españolas y su aceptación en un sector importante de nuestra sociedad.

El papa Francisco es muy claro al respecto, planteando con radicalidad los cambios de actitudes y políticas que necesitamos para no caer aún más bajo en un pozo de profunda degradación moral que es una grave amenaza para nuestra sociedad. Así, el pasado mes de noviembre, decía en el Mensaje al Foro Social de las Migraciones celebrado en Ciudad de México: «La transformación positiva de nuestras sociedades comienza por el rechazo de todas las injusticias, que hoy buscan su justificación en la “cultura del descarte” –una enfermedad “pandémica” del mundo contemporáneo–. Esta oposición se pone como una primera actuación de justicia, sobre todo cuando logra dar voz a los “sin voces”. Y entre estos están los migrantes, los refugiados y desplazados, que son ignorados, explotados, violados y abusados en el silencio culpable de muchos». Y recordaba, una vez más, que el único camino humano es «acoger, proteger, promover e integrar». Pero, como señaló también Francisco en el Mensaje para la II Jornada Mundial de los Pobres, «lo que lamentablemente sucede a menudo es que se escuchan las voces del reproche… Son voces destempladas, con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres, a los que se les considera no solo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por tanto, merecedoras de rechazo y apartamiento».

Es lo que Adela Cortina llama la «aporofobia» (el rechazo del pobre): «Molesta que sean pobres, que vengan a complicar la vida a los que, mal que bien, nos vamos defendiendo, que no traigan al parecer recursos, sino problemas»*. Esta aporofobia que se extiende en la cultura del descarte es una muy seria amenaza para nuestra humanidad y para la democracia como proyecto social, porque desde el descarte de los pobres la democracia no es sino una palabra hueca y vacía. Por eso es tan importante lo que dice el papa Francisco. Como personas, como sociedad y, muy particularmente, como Iglesia, estamos llamados a hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta de si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres… Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos.

*Es recomendable el libro de Adela Cortina, Aporofobia, el rechazo del pobre. Un desafío para la democracia, Paidós, Barcelona 2017. Aunque no hay que perder de vista que junto al gran desafío que supone la aporofobia también lo es el de la xenofobia y el racismo. Ambos configuran una realidad que es una seria amenaza para nuestra humanidad.

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