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Sevilla: Homenaje a Antonio Suárez, veterano militante de la HOAC

01 diciembre 2016 | Por

Sevilla: Homenaje a Antonio Suárez, veterano militante de la HOAC

El Ayuntamiento de Camas (Sevilla) ha rendido homenaje a Antonio Suárez Nieto, militante de la HOAC de Sevilla, por su constante compromiso con los más desfavorecidos. En el acto, se presentó también el libro “Amor cristiano y lucha de clases” de Juan Miguel Batalloso, en el que se recogen muchas de las vivencias de este veterano hoacista afiliado al Partido Comunista del pueblo que lo acogió.

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Antonio nace el 30 de agosto de 1929, en el seno de una familiar extremadamente humilde y honrada, nieto de un administrador de bienes de unos altos terratenientes y un santero de la Virgen de Setefilla. Realiza sus estudios primarios en las escuelas del Ave María que compaginó con el trabajo agrícola, necesario como sostén económico familiar. Ingresó en RENFE en 1941, como alumno meritorio, para, cinco años más tarde, aprobar las oposiciones.

En 1958 ingresó en la Hermandad Obrera de Acción Católica, lo que le permitió pasar de la religiosidad popular a un cristianismo encarnado llamado a compartir el pan con los pobres y excluidos y a lucha por la justicia social. Dos años antes, se casó con Amparo Jiménez Bazo, con la que compartió también el compromiso social y la fe cristiana, con quien está seguro que se reencontrará un día en presencia de Dios.

Antonio además ha estado profundamente ligado a Cáritas, a la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, a la Fundación Sevilla Acoge, a Comisiones Obreras y al Partido Comunista en Camas. La corporación municipal ha querido destacar “su incansable trabajo, especialmente en barrios tan humildes como La Pañoleta donde, compaginando su trabajo en RENFE, colabora en su parroquia como catequista y ayudando a los más necesitados junto a Fernando Camacho, al que Antonio define como el servidor de los pobres de Pañoleta; y en Coca de la Piñera, donde, llega a fundar un movimiento solidario llamado “El Pozo de los Chiflados”, a través del cual se hartó de trabajar por las mejoras del barrió, incluso llegando a costear de su bolsillo y junto a otros compañeros el pago de dichas mejoras”.

De él, en el reconocimiento público, se dice que ha sido “un auténtico referente de valores éticos, los cuales siguen siendo un modelo a seguir para las nuevas generaciones y conforman una riqueza patrimonial humana e histórica de incalculable valor para sus vecinos y vecinas de Camas”.

En la actualidad, vive en una residencia de ancianos, donde recibe la visita de militantes de la HOAC que le acompañan y le mantienen al tanto de la vida de la Iglesia y la marcha general de la actualidad.

A continuación publicamos, las palabras pronunciada por Esteban Tabares en el homenaje a Antonio Suárez.

 

HOMBRE DEL PUEBLO, HOMBRE DE DIOS

Esteban Tabares

A la caída de la tarde, cuando se acercaba la noche y se disponía para dormir, el Sol llamó a la lamparita de aceite y le dijo: “Es tu turno, querida amiga”. Y la lamparita de aceite respondió: “Se hará lo que se pueda, maestro” (Tagore). Como a la lamparita, algo parecido me sucede hoy. Me han pedido hablar de un hombre cuyas palabras siempre me han enseñado compromiso y corazón. He de hablar de un hombre a cuyo lado me siento como un nieto ante su abuelo, como un aprendiz ante un maestro de vida. Casi no sé qué decir ni por dónde andar; me siento como gorrioncillo de corto vuelo frente al águila majestuosa y de aguda mirada al suelo. Con el atrevimiento que me da la amistad, diré lo mismo que la lamparita de aceite le dijo al Sol: “Se hará lo que se pueda, maestro”…

 

Cuando un hombre hace de su vida

hogar abierto para los demás,

sin puertas cerradas, sin nada que guardar,

ese hombre queda para siempre viviendo

en las moradas y en los corazones a la par.

Cuando un hombre no se guarda para sí

viviendo incansablemente para los demás,

cuando no se enriquece en nada

y se sitúa sencillamente en el último lugar,

ese hombre recibe el mejor tesoro,

un regalo que nadie puede comprar:

el cariño, el respeto, la simpatía

de quienes a su lado siempre estarán.

Cuando un hombre presta sus manos, su corazón,

a todas las causas que llaman perdidas

-que son siempre las de los pobres-

y no se sienta junto a los de arriba,

porque sabe que sólo en los pequeños anida la esperanza y la vida,

ese hombre conoce la secreta felicidad

de comer el pan en las mesas sencillas

ofrecido por manos gastadas y limpias de hipocresía.

Cuando un hombre ve que la tierra mal repartida está,

que la gente más pobre va forzada a emigrar

o tragarse el paro en las calles sin protestar,

que los jóvenes se hacen adultos

sin saber qué será de ellos ni a donde irán

y ese hombre lo siente todo como en carne propia,  

su palabra se hace ejemplo y testimonio de la verdad.

Cuando un hombre gasta mucho de su tiempo

consolando a quienes lloran, acompañando a enfermos,

rezando por los que sufren o se van, jugando con los niños,

dialogando con quienes no distinguen la “o” del cero…

ese hombre no habrá vivido en balde y su tiempo será eterno.

Cuando un hombre vive su fe cristiana

no para dar brillo al templo, ni adormecer con cantos,

sino para enjugar los llantos;

no para recitar largas letanías

sino para contagiar compromisos, esperanzas y alegrías;

no para hacer procesiones

sino para gritar ¡justicia! en las manifestaciones…

entonces ese hombre enseña y anima a creer

porque antes muy a fondo lo vive él.

Cuando un hombre se fía de Dios y se entrega por completo a Él,

con una fe hecha no de rezos ni de incienso

sino fraguada en el compromiso fiel

por implantar la justicia y sembrar la hermandad…

ese hombre verá que las semillas de sus obras

llegarán a germinar en un futuro-primavera

para una Nueva Humanidad.

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