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Un nuevo Dicasterio para el desarrollo humano integral

26 octubre 2016 | Por

Un nuevo Dicasterio para el desarrollo humano integral

Eduard Ibáñez* | Las reformas del Papa Francisco siguen adelante. Y entre ellas, una muy importante: la reforma de la curia romana.

El 15 de agosto se anunció la fusión de los antiguos Consejos de Laicos y de Familia en un nuevo «Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida», que comenzó a funcionar el 1 de septiembre. Y pocos días después, el 30 de agosto se publicó la creación de un nuevo «Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral», al que voy a dedicar estas líneas, que entrará en funcionamiento el próximo 1 de enero, coincidiendo con la Jornada Mundial de la Paz.

Asesorado por un grupo de nueve cardenales especialmente elegidos, Francisco está decidido acabar con lo que alguna vez ha denominado el «vaticano-centrismo», las irregularidades, el clericalismo, la excesiva burocracia y la descoordinación entre organismos, cuando no conflictos.

Los males que aquejan a la Curia son antiguos y bien conocidos. Todos recordamos algunos graves escándalos recientes. Por todo ello, un mandato del último Cónclave al nuevo obispo de Roma fue poner orden y evitar más escándalos.

Francisco, siguiendo este mandato pero, sobre todo, en fidelidad al programa de su pontificado, esbozado en Evangelii gaudium, orientado a una transformación misionera y misericordiosa de la Iglesia, ha introducido ya muy importantes reformas y el proceso sigue en marcha.

Francisco lo tiene claro. Quiere una curia más simple, más coordinada y eficaz, más ejemplar y coherente con el mensaje del Evangelio, dinámica, transparente y mejor orientada a su verdadera misión. Para el Papa, la curia debe ser un «pequeño modelo de Iglesia». Por ello, está «llamada a mejorarse, a mejorarse siempre y a crecer en comunión, santidad y sabiduría para realizar plenamente su misión».

Primero empezó con la reforma más urgente, poner orden, mayor vigilancia, eficacia y transparencia en las finanzas vaticanas. La segunda gran reforma se ha centrado en la comunicación que emana de la Santa Sede, con la creación de un organismo único que integra y coordina los diferentes órganos de comunicación existentes.

Ahora ha iniciado una nueva línea de reformas, relacionadas con los llamados «Consejos Pontificios». Estos organismos, que eran nada menos que doce al inicio de su pontificado, se ocupan de múltiples tareas, no siempre perfectamente delimitadas, y suponen una estructura demasiado pesada.

Un Dicasterio dedicado a la «humanidad sufriente»

El «Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral» integrará las competencias y el trabajo que desarrollaban los Consejos Pontificios de Justicia y Paz, Cor Unum, Emigrantes e Itinerantes y Agentes de Salud. Será presidido por el cardenal P. K. Turkson, hombre de gran confianza del Papa y que ya presidía hasta ahora los dos Consejos primeramente citados.

Se pretende así dar mayor coherencia, visibilidad, coordinación y vigor al conjunto de tareas que desarrollaban aquellos Consejos, en aras a «promover el desarrollo integral del hombre a la luz del Evangelio y en el marco de la de la Doctrina Social de la Iglesia».

Este organismo, que ha de actuar en estrecha colaboración con la Secretaría de Estado, se ha de ocupar de los grandes retos de la justicia y la paz, el progreso de los pueblos, la promoción de la tutela de la dignidad de la persona y los derechos humanos, la eliminación de la esclavitud, el encarcelamiento, la tortura y la pena de muerte, el impacto de los conflictos armados, el desarme, el fenómeno de las migraciones, la salud, las obras de caridad y el cuidado de la creación.

A la vez, el Dicasterio, como ya le correspondía al de Justicia y Paz, debe ocuparse de la profundización, divulgación y aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia. Debe también favorecer y coordinar el trabajo de las organizaciones católicas que se empeñan en promover la dignidad de las personas, la justicia y la paz y la ayuda a los que se encuentran en la indigencia o sufren graves necesidades o calamidades. En este sentido, el Dicasterio será competente para la supervisión, como hacía Cor Unum, de la acción de la organización Caritas Internationalis y restantes asociaciones y fondos internacionales católicos dedicados a la ayuda.

La existencia hasta ahora de cuatro Consejos Pontificios dedicados a todas estas cuestiones suponía un riesgo evidente de dispersión de esfuerzos, descoordinación y tratamiento fragmentario de los problemas. Su integración en un único organismo, no solamente puede conjurar estos peligros, sino facilitar la interlocución y permitir una visión más amplia y coherente de las diversas problemáticas, que están profundamente interconectadas y bajo un enfoque basado en la doctrina social.

Además, este único organismo puede favorecer una visión global, que atienda a las diversas dimensiones, todas necesarias, de la acción de la Iglesia, que incluyen el análisis de los problemas y sus causas, la denuncia profética, la propuesta, la oferta de criterios de discernimiento y de actuación, la educación, la acción solidaria y caritativa, la atención material y espiritual. Es necesario conjugar siempre la promoción de un orden social más justo con la atención actual, particular y concreta a los que sufren.

Vale la pena destacar otras dos cuestiones. De un lado, se prevé que la sección del Dicasterio dedicada a la cuestión de los migrantes será dirigida por el mismo Papa Francisco, lo cual muestra su especial preocupación por este problemática.

El otro aspecto destacable es que, junto al trabajo de su máximo responsable, el Prefecto, el Dicasterio contará con un Secretario y un Subsecretario que podrán ser laicos. Es un paso más en la tan necesaria corresponsabilidad de los laicos en la vida de la Iglesia, que Francisco desea también impulsar.

Como se ve, la misión del Dicasterio es de enorme amplitud, pero el punto focal de su acción, aquello que mejor define su orientación es muy claro. Se trata, como indican sus Estatutos (art.3), de promover la atención de la Iglesia hacia la «humanidad sufriente»: los necesitados, los enfermos, los excluidos, los que se ven empujados a abandonar su patria o carecen de ella, los marginados, las víctimas de los conflictos armados y las catástrofes naturales, los encarcelados, los desempleados, las víctimas de las formas contemporáneas de esclavitud y de tortura y todas las personas cuya dignidad esté en peligro.

Así, este Dicasterio puede dar una mayor visibilidad a uno de los retos esenciales para la Iglesia, según entiende Francisco, que es justamente el problema de los pobres, de los excluidos, de los «desechados», las víctimas de las injusticias. Este reto lo ha expuesto ampliamente tanto en su exhortación Evangelii gaudium como en la encíclica Laudato si’, así como en todos sus gestos, discursos, viajes e iniciativas y que ha expresado así de una manera sintética: «¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!».

Para Francisco, esto no es algo simplemente opcional para la Iglesia, sino una de sus dimensiones esenciales, fundamentada en el mismo Cristo. Una gran y antigua tradición de la Iglesia ha experimentado y vivido esta dimensión en profundidad, ya por los primeros cristianos y por santos y mártires de todos los tiempos y fue reafirmada solemnemente por el Concilio Vaticano II y asumida desde entonces por los papas posteriores. Francisco, además, ha subrayado que el centro del Evangelio es la Misericordia de Dios, su atributo fundamental, que derrama su amor incondicional por cada uno de nosotros y que muestra su preferencia por los más pobres. Por ello, la vida de Iglesia es llamada a configurarse radicalmente poniendo la atención a los pobres en su mismo centro.

El nuevo Dicasterio puede ser un valioso instrumento y un referente para avanzar en esta dirección, tanto en la Iglesia Universal como en las Iglesias locales y las instituciones católicas y por parte de todos los fieles cristianos.

* Presidente de la Comisión General de Justicia y Paz

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