El que comparte lo que tiene, cada vez se da cuenta de que tienen más cosas para compartir. Puede compartir su alegría con los tristes y la luz del sol con los de ojos turbios; el gozo de las estaciones del año y la Eucaristía; el cielo y la tierra; una lágrima y una sonrisa; la salud y la enfermedad; el trabajo y el descanso… toda la creación, y el mismo Creador, son suyos si los comparte con espíritu sobrenatural de pobreza (Rovirosa, OC. T.I. 146).
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