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Vivir Applicados

02 noviembre 2015 | Por

Vivir Applicados

Víctor Manuel Marí Sáez | En poco tiempo se han hecho populares entre los usuarios de móviles las aplicaciones o App. Haciendo un juego de palabras, podemos decir que en la actualidad muchos de nosotros vivimos aplicados, en varios sentidos.

Por un lado, en términos cuantitativos, hay una clara tendencia al alza a utilizar y descargar estas aplicaciones en nuestros dispositivos móviles. Las hay para de todos los tipos y colores. Para realizar la compra, para aprender idiomas, para contratar un transporte, etc. A pesar de esta popularidad, los expertos dicen que el 75% de nuestro tiempo invertido en el teléfono móvil se destina a apenas cuatro o cinco de estas aplicaciones (es el caso de Twitter, Facebook o Instagram). La vida y éxito de la mayoría de aplicaciones es muy efímera.

Por otro lado está la dimensión cuantitativa del tema. En términos generales, se constata cómo el personal vive muy aplicado con las aplicaciones. Antiguamente se aplicaba este calificativo a quien se dedicaba con interés y asiduidad a cuestiones como el estudio. «Es un alumno muy aplicado», decía el profesor al padre o madre cuando iba a una tutoría. Hoy en día podemos decir que muchas personas se aplican con pasión al uso de aplicaciones, invirtiendo en ello una cantidad de tiempo y una pasión nada desdeñables. Estudios recientes señalan que el ciudadano medio gasta 147 minutos al día en el uso del móvil, 113 minutos en ver la tele, 108 minutos en el ordenador y 50 minutos en la tablet. La suma total de este tiempo invertido en pantallas asciende a la cifra de 418 minutos, casi siete horas al día. Que cada cual eche su cuenta personal y saque las conclusiones oportunas en este inicio de curso, en el que se suele programar el tiempo que queremos dedicar a los asuntos que consideramos importantes.

Si nos ceñimos al campo de la política, nos encontramos con que, de entrada, en el terreno de las aplicaciones para móviles hay de todo, como en botica. Por utilizar una sencilla pero creo que útil referencia teórica para clasificar las App «políticas» podríamos analizarlas desde las claves de los tres grandes modelos de educación/comunicación propuestos por el educador de la liberación Paulo Freire, y desarrollados posteriormente por otros teóricos como Mario Kaplún.

En primer lugar hay aplicaciones que siguen el modelo transmisor, unidireccional, en el que la información va de emisor a receptor. Se trataría de aplicaciones en las que solo ha cambiado el envoltorio. Es una forma más «moderna» de seguir comunicándose como siempre, desde un emisor con poder hasta muchos receptores silenciosos y pasivos. Con todo, las aplicaciones de este grupo pueden ser útiles para recibir los datos de unas elecciones en el móvil, por ejemplo.

En segundo lugar estarían las aplicaciones que se ciñen al modelo de comunicación falsamente democrático, aquellas que aparentan o prometen un alto grado de participación que luego no se ve satisfecho. En una terminología más específica y actual diríamos que en este grupo entran las aplicaciones concebidas bajo la lógica del marketing político. Están hechas para vendernos a un político o a un partido. En ese proceso de venta necesitan de nuestra participación, pero es una participación restringida y limitada a lo que el emisor quiere escuchar de nosotros.

En tercer lugar estarían las aplicaciones que responden al modelo dialógico, aquél que se concibe desde la participación y la horizontalidad entre todos los participantes, con el fin de impulsar procesos de transformación social. Esta participación nunca es totalmente simétrica, pero al menos desde este modelo se tiende hacia ese fin. En este grupo entrarían aplicaciones en las que el ciudadano puede dar su opinión, hablar, participar activamente en la toma de decisiones, en el diseño de un programa, en la elaboración de un presupuesto, etc. Aplicaciones como Appgree caminan en este sentido.

En definitiva, una de las claves desde las que discernir el tiempo y la pasión invertidas en el uso de apps consiste en valorar si estas aplicaciones nos permiten ser más actores y protagonistas de nuestra vida personal y social, o si por el contrario nos introducen, bajo nuevas y seductoras formas, en unas dinámicas en las que somos espectadores y consumidores de lo que otros han pensado por nosotros.

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