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Cosecha del curso

24 agosto 2015 | Por

Cosecha del curso

Iñaki Lancelot | Vuela el tiempo y atravesamos el curso sumidos en la vorágine. La racha de estrenos se agolpa en la cartelera, a ritmo superior a uno diario. Y así es como se escapan excelentes películas que no dio tiempo a ver.

Pero llega el estío con sus días largos y sus noches quietas, los cines de verano y la oportunidad de recuperar joyas de la cosecha cinematográfica de un año. Un buen momento para recordar algunas de ellas, que no aparecieron en nuestra sección de cine a pesar de su muy buena calidad.

Como la irlandesa «Calvary», segunda cinta dirigida por John Michael McDonagh y protagonizada por el magnífico actor Brendan Gleeson. Una poderosa reflexión vital acerca del destino, la redención y el perdón, modélicamente respetuosa con sus personajes. Protagonizada por un sacerdote que vive en carne propia un calvario de ocho jornadas, manteniéndose fiel a sus convicciones, aunque nunca empecinado. Y que constituye un espléndido fresco del heterogéneo grupo de personas que habitan una comarca rural irlandesa. Todo relatado bajo un clima de incertidumbre y desasosiego ante un peligro inminente.

«Calvary» trata de venganza y de piedad. De crímenes incomprensibles. De la hostilidad sufrida por un inocente solo por pertenecer a un colectivo (en este caso eclesiástico). De la necesidad de recibir afecto expresado con claridad. De la cadena que convierte a quien sufre abuso en posterior verdugo. De víctimas colaterales. De la difícil relación entre religión y justicia civil o entre ejército y pacifismo. De envejecer en soledad, de afanes artísticos incomprendidos, del debilitamiento de los recuerdos, de inmersiones excesivas en el propio dolor… Es una obra turbadora, sensible, bellísima.

Mi segunda recomendación es para «Mandarinas», la tercera realización del georgiano Zaza Urushadze. Un brillante drama antibelicista, que sitúa a las personas en lo alto de la escala de valores. Una inteligente loa al concepto de tolerancia, que retuerce el de fuego amigo y lo dota de profundidad.

A partir de un armazón dramático que bebe de las fuentes del teatro, incide en el absurdo de guerras supuestamente étnicas, como la acaecida en suelo abjasio tras el desmembramiento de la antigua URSS, donde combaten facciones de todo pelaje. Rivales indistinguibles a primera vista que incluso comparten idioma. Una lucha equivocada de la que mantenerse al margen. El espanto ante la destrucción. Derrotado, sin embargo, gracias a la fantástica capacidad del director para indagar en las convicciones propias y para darnos a conocer con nitidez (e, inevitablemente, asimilarlas) aquellas del oponente.

La británica «Pride» es una obra emotivísima y militante, con un impresionante acompañamiento sonoro que recoge la efervescencia juvenil del Londres de 1984. Reúne de una parte el espíritu del movimiento sindical surgido en 1908 en Massachussets a raíz de la manifestación de quince mil obreras del textil con la inscripción «Queremos pan, y también queremos rosas». Junto a la marcha del orgullo gay, cuya primera edición fue celebrada simultáneamente en 1970 en Nueva York, Los Ángeles y Chicago. Movimientos ambos que confluyeron en Reino Unido mediada la segunda legislatura de Margaret Thatcher, a quien aún le quedaría una más para completar su obra.

Ante el anuncio del cierre de minas, se inicia una huelga de larga duración en la industria del carbón, con especial seguimiento en los condados de Kent y Yorkshire y en el sur de Gales. En el mismo momento, Londres se erige el centro de la creatividad, el lugar donde se cuece lo importante. Entre los grupos triunfadores aparece la inquietud política, encauzada a través del movimiento Red wedge, capitaneado por Billy Bragg, Communards (aquel su segundo LP llamado Red, cuya portada era totalmente roja) y Paul Weller, unidos con la firme intención de acabar (sin éxito) con el gobierno del Partido Conservador.

«Pride» recoge el espíritu contestatario de quienes consideraban sus derechos lesionados, el ambiente festivo de quienes empezaban a vivir, el impulso de tolerancia entre distintos grupos que puede significar el hecho de compartir verdugo. Como también la perplejidad ante la llegada del sida. Un musical épico en el que dejarse arrastrar por su emotividad, por la melodía y el ritmo de sus interpretaciones corales.

De Italia procede «El capital humano», la décima película de Paolo Virzì. En la que sus personajes viven inmersos en la podredumbre vital, e integrados en una sociedad que asciende a quienes buscan el enriquecimiento. Un objetivo vital que justifica la creación de cuantas burbujas fueran necesarias.

Junto a la mercantilización del entorno, pone el foco en la pérdida de valores como origen de una sociedad en crisis. Centrándose no tanto en potentados sin escrúpulos como en la pérdida de estos por parte de una persona común que, éste sí, quiso vivir por encima de sus posibilidades.

El tercer largo del realizador francés Sébastien Betbeder, «2 otoños, 3 veranos», es una obra sensible y muy bien narrada. Un retrato generacional de jóvenes parisinos que van a dejar de serlo y sienten extravío. Revelando un estilo personal y novedoso, que deja huella en la memoria.

Dentro del cine español reciente destaca la primera película rodada en euskera presente en un festival de primera categoría, «Loreak», una aproximación lírica tanto a la belleza como a lo extraño de los gestos cotidianos. La primera película dirigida por el dúo Garaño-Goenaga nace del deseo de observar y de la curiosidad, y se cuestiona finalmente acerca de aquello que forma la identidad de una persona. Magníficamente interpretada por Nagore Aramburu, «Loreak» es cine sensible, personal, intenso y emotivo. Que brilla por la estructura de su guión, por los cambios en los puntos de vista, por las relaciones establecidas entre los personajes, por sus encuadres y su puesta en escena.

«Las altas presiones» es la segunda película del treintañero Ángel Santos y cuenta con la gran actuación de Andrés Gertrúdix. Transmite sentimientos y preocupaciones íntimas del mundo presente acerca del aspecto laboral, de una juventud que se enfrenta a su madurez, de los mundos que se dejan atrás… Tratando de decadencia, arraigo, afectos…, en una obra que cala muy hondo.

faldon portada y sumario

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