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Nuevas formas de combatir la precariedad: ¡Viva el sindicalismo!

04 junio 2014 | Por

Nuevas formas de combatir la precariedad: ¡Viva el sindicalismo!

La Oficina Precaria es un intento de dar con nuevas y mejores maneras de actuar en defensa del trabajo en un momento en el que el mundo laboral atraviesa una profunda transformación al tiempo que el sindicato clásico no pasa por sus mejores horas. Son legión los hombres y mujeres que se sienten huérfanos de representación y desprovistos de herramientas adecuadas para defender sus derechos en su centro de trabajo. Las condiciones se degradan a marchas forzadas, ante la cuestionada eficacia de las organizaciones sindicales tradicionales, debilitadas por la interesada ofensiva de los poderes económicos y presas también de sus propios errores y cortedad de miras.

Con el desenfado y el escepticismo propios del 15-M, la Oficina Precaria de Madrid, cuya sede informal se encuentra en el Centro Okupado Patio Maravillas, ensaya nuevas formas de hacer frente a la precariedad laboral. «No sabemos si es la mejor manera, pero hay que probar y seguir en un estado permanente de experimentación», explica Pablo Padilla, miembro de la asamblea que impulsa la oficina. Sus integrantes pertenecen a distintas familias políticas, los hay con experiencia sindical, otros con militancia en partidos pero fundamentalmente son personas que vienen de la experiencia del 15-M.

Arrancaron oficialmente en mayo de 2012, convencidos de que cada vez más capas de la población, no solo los jóvenes que han accedido a un mundo laboral muy diferente al de sus mayores, se ven afectadas por la precariedad. «Es frecuente alternar empleo y paro, tener un contrato temporal, a media jornada, becas…», relata Padilla, para quien los «sindicatos son incapaces, no saben o no les interesa organizar a esas nuevas masas de trabajadores».

Quizá la labor más solicitada de entre las que llevan a cabo es la que presta el equipo de abogados voluntarios. Se trata de una asesoría laboral gratuita que responde a las consultas recibidas por internet, pero también presencialmente. Son cuatro letrados que se coordinan para «pasar consulta» una o dos veces por semana y responder a los correos electrónicos. Atienden asuntos relacionados con los despidos, los finiquitos, las horas extras… Van a juico solo si la persona que recurre a ellos así lo desea. En el caso de que haya una sentencia favorable, con indemnización económica de por medio, los abogados obtienen el 7% de la cantidad ganada por el trabajador y la oficina, otro 7% para gastos de funcionamiento.

Una línea de trabajo reciente es la de los llamados «escraches precarios». Una manera de combatir mediante la presión directa y no violenta los abusos de los que son víctimas los trabajadores que piden ayuda a la Oficina Precaria. Si la persona afectada da su consentimiento, se organiza una campaña de denuncia virtual, junto con acciones directas en el lugar de trabajo. «Buscamos dañar la imagen de la empresa, informar a los clientes y en última instancia lograr una relación menos desigual en la negociación entre las partes», apunta Padilla.

Más arraigo tiene la campaña «No más becas por trabajo», una reivindicación de «Juventud sin futuro», un colectivo determinante para la irrupción del 15-M. La repercusión en las redes sociales ha sido notoria. Muchos jóvenes que entienden que su relación con la empresa es puramente laboral, cuando las becas deberían tener un contenido formativo primordial, han solicitado ya la intervención de la Inspección de Trabajo y la intervención de la magistratura.

También existe un área de relaciones internacionales. En Italia, uno de los primeros países donde la precariedad laboral saltó a la agenda pública, existe la llamada Oficina «Zero», también en Francia y en Portugal. Jóvenes españoles emigrados en Alemania o en Reino Unido han retomado la idea y la han convertido, además, en un punto de información para extranjeros.

Tras dos años de experiencia, la asamblea que mueve la Oficina Precaria quiere estimular la participación activa de quienes viven la precariedad en primera persona y organizar, de algún modo, la militancia de este grupo social, con disponibilidad de tiempo cambiante y circunstancias vitales en continua transformación.

Para ello, se ha dispuesto de tres canales de participación que responden a grados de compromiso diferentes. Por un lado, estarían los colaboradores, tanto económicos (personas dispuestas con su aportación a sufragar los gastos derivados de la actividad) como no económicos (personas con alguna habilidad que pueda ser de utilidad y con algo de tiempo para involucrarse en el diseño y mantenimiento de la web, la organización de fiestas, la asistencia a los escraches…). Por otro, los socios que quieren estar al día de la información generada y las convocatorias. Y finalmente, los militantes, en el sentido clásico, dispuestos a no perderse una asamblea y gestionar el día a día.

En el fondo, son ámbitos de actuación muy similares a las tareas despeñadas tradicionalmente por el movimiento obrero y que la institucionalización y la especialización de los actuales sindicatos ha desplazado a un segundo plano. Pero también son esfuerzos por reinterpretar el propio sindicalismo de la mano de los nuevos actores surgidos de la fragmentación y la transformación del ámbito del trabajo.

Tan importante como atender a los trabajadores precarios, se antoja «la necesidad de elaborar un nuevo relato sobre el trabajo, capaz de romper muchos de los mantras que hoy día se repiten desde el poder político y económico, con los elementos discursivos e icónicos de la gente de hoy», opina Padilla, quien considera llegado el momento de «encontrar nuevos espacios y nuevos sujetos que influyan en el conflicto social y cambien la correlación de fuerzas».

Tienen claro que los sindicatos «no son el enemigo», aunque tienen muy presente, en opinión de Padilla, que la «búsqueda de consensos a toda costa» les aleja de una parte importante de la población trabajadora. «El mundo del trabajo no ha encontrado nuevas formas de actuación, mientras que los sindicatos ejercen un monopolio de la representación que deja huérfanos, sin capacidad de defensa, ya sea porque no saben, no quieren o no pueden, a cada vez más gente», dice Padilla.

En plena transformación de las relaciones laborales, pero también del papel del Estado, y con ello, la función de los servicios públicos, hay que entender, a juicio de este miembro de la Oficina Precaria, que «la ofensiva contra el trabajo es total, los derechos asociados al empleo se están perdiendo y los servicios públicos están siendo desmantelados».

«Por ahora todas las garantías ciudadanas están asociadas a la renta derivada del trabajo y este es ya muy escaso», opina Padilla, por lo que, como militante de la Oficina Precaria, considera que hay que renovar también las reivindicaciones tradicionales del sindicalismo. Por eso el pasado Primero de Mayo hicieron su propia convocatoria a aquellos que no se sienten llamados a las grandes manifestaciones organizadas por las centrales de trabajadores (o les sabe a poco), para desarrollar otro tipo de actos en la calle, donde esos nuevos sujetos nacidos de la precariedad puedan expresar su indignación y sus aspiraciones.

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