Jesús vino a romper para siempre la falsa paz del (des)orden establecido. Sus palabras, su manera de vivir, su comprometida actuación introdujeron un fuego en la historia que nadie podrá apagar. Y nos dio su Espíritu para que nosotros mismos siguiéramos prendiendo por la tierra su divino fuego de amor conflictivo, al lado de los pobres, dispuestos a correr el riesgo de ser sumergidos, como mártires, en su mismo bautismo de pasión. Como san Romero.
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