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Pablo Gutiérrez, autor de «Democracia»: «La crisis nos ha enseñado al rey desnudo»

02 agosto 2013 | Por

Pablo Gutiérrez, autor de «Democracia»: «La crisis nos ha enseñado al rey desnudo»

Este profesor de instituto nacido en 1978 en Huelva ha conseguido hacerse un hueco en el panorama literario de nuestro país con su última novela «Democracia» (Seix Barral), una ácida y caleidoscópica comedia, llena de lirismo poético y juegos de contrastes. La historia arranca con el despido de un joven arquitecto, el mismo día de la caída de Lehman Brothers, fecha señalada como el estallido de la actual crisis global.

–«Democracia» es una novela, no un ensayo de economía ni de política, por más que contenga algunas gotas de estas materias, que nos habla de la crisis…, ¿Cuál ha sido su interés principal a la hora de desarrollar una narrativa del duro momento por el que atravesamos?

–Ni siquiera elegí escribir sobre eso. Fue inevitable, me parecía demasiado frívolo ponerme a inventar ninguna trama detectivesca o contar mis miserias y aburrimientos en una situación de fractura como la que vivimos. El asunto de la novela se impuso por la inundación de datos, de circunstancias y tragedias.

–La estructura de tu novela rompe la narración lineal clásica y hasta los principios de verosimilitud de la llamada literatura social. Hay quien lo llama «literatura zapping». ¿Es un intento por encontrar nuevas formas de narrar la realidad o el modo natural de contar que los escritores que han crecido con las nuevas tecnologías han desarrollado? ¿Qué ventajas expresivas le ofrece esta estructura?

–No es una novela de tesis que arranque de un punto de partida previo, sino de la incertidumbre. La estructura de la novela pretende responder a la velocidad y la confusión con la que nos ha noqueado la crisis. Del mismo modo que asistimos al espectáculo del hundimiento de nuestra sociedad sin entender lo que ocurre (ni nosotros ni quienes nos dirigen), sino apenas viendo pedazos de un mosaico que nunca se nos muestra completo, así se presenta la novela al lector, con una estructura fragmentaria que en este caso no es un capricho estilístico, sino que creo que respondía al propio asunto de la novela.

–El mismo día en que Lehman Brothers quiebra, el protagonista de su novela es expulsado de la vida convencional que llevaba. ¿Tenía claro en qué situaciones querías poner al protagonista?, ¿le servía de inspiración la misma actualidad?, ¿cambió mucho su idea original a medida que la historia iba tomando forma?

–La idea inicial era sencilla: enfrentar la caída del mundo de las finanzas con el derrumbe íntimo de un trabajador que lo pierde todo justo al principio de la crisis. Se trata del concepto clásico de la intrahistoria. Marco, el protagonista, es el grumete que observa la batalla de Trafalgar, fascinado por los cañonazos y convertido en la pieza más diminuta y débil de la batalla.

–Marco, el protagonista, no asume su situación, quizás porque no está preparado ni avisado para ello, ¿es así como ve a la sociedad?, ¿son así las nuevas generaciones, los chavales con los que lidia en las clases de Literatura?, ¿quién nos ha robado las armas para defendernos?

–Marco obedeció, hizo siempre lo correcto: se esforzó en los estudios, sacrificando su vocación artística, puso su talento al servicio de una empresa, cumplió con todos los cometidos, contrajo las deudas que le dijeron que era bueno que contrajera y, sin cometer ningún error ni ninguna imprudencia, se vio en la calle sin explicaciones y con el sentimiento de culpabilidad que la sociedad imprime a quien no es capaz de abrirse paso por sus propios medios. Y el problema es que el enemigo es multiforme, se transforma, muta, no es un dictador que le ponga rostro a una moneda y contra el que sería fácil rebelarse. No hay defensa porque no encontramos al enemigo.

–George Soros aparece como un personaje más. ¿Vale el modo en que acaba de ser tratado y retratado como opinión que le merece la clase que dirige las finanzas del mundo y por añadidura el destino de los mortales?, ¿hay algo de venganza poética en la utilización que hace de este personaje?

–Soros es una joya como personaje literario, por su megalomanía, su cinismo y sus contradicciones. Corona la pirámide financiera, ha inventado gran parte del sistema que nos ha arruinado y ahora, desde su posición de privilegio, nos acusa de haber permitido que llegáramos a este desastre. Era el elemento perfecto para contraponer a Marco.

–Se percibe en la novela, un cierto fatalismo y un poso de desencanto que entroncaría con la visión de las generaciones literarias del fin del siglo XX y principio del siglo XXI, aunque se le añade un mayor escepticismo, que sirve de vacuna para que la desilusión no sea total…

–Es difícil mantener la confianza en ningún tipo de ideología como sistema teórico ni de institución. La crisis nos ha enseñado al rey desnudo, y además ha establecido la certeza de que contra esa situación no vale ninguna resistencia. Y entonces aparece la desesperanza, y la búsqueda de una escapatoria individual como única salida. Así lo hace Marco.

–Has hablado de la «incertidumbre y confusión» que le provoca el presente. ¿Solo cabe dejar constancia de la desorientación vital en la que estamos?, ¿no hay esperanza o es el principio «pagar, merecer y ganarse el futuro»?

–No tengo una respuesta para eso, no soy un sabio ni un intelectual. Sinceramente creo que solo sirven las soluciones individuales.

–¿En qué medida la escritura le ha permitido salir de tu asombro y explicarte mejor lo que estamos viviendo?

–No ha servido para dulcificar nada, sino para afianzar la conciencia de la estafa, del fraude y de la destrucción de esa entelequia que debíamos adorar y que se llamaba democracia.

–De algún modo, el 15-M también se cuela en la vida de Marcos. ¿Cuál es su visión de la irrupción de los movimientos sociales en la crisis?

–Son la respuesta de la dignidad y del deseo bienintencionado de buscar una solución razonable para la tragedia. Pero se han enfrentado a un poder que, como decía, es mucho más poderoso que cualquier dictadura militar. Es el poder indefinido y subsidiado, es la pérdida efectiva de la soberanía, no porque nadie diera un golpe de estado, sino porque contrajimos una deuda. Todos. Las familias para pagar una casa y los gobiernos para pagar un país. Y tener deudas significa no ser dueño de tu propia voluntad. Quien paga descansa, es un dicho, y quien debe no duerme.

–Diría que su novela, de la que por encima de todo destacaría una prosa brillante y lacerante, ¿se ha entendido bien?, ¿a qué tipo de público le gustaría llegar?

–No me imagino un lector concreto en mi cabeza cuando escribo, pero soy muy consciente de que ni el asunto ni el estilo son los adecuados para llegar a la mayoría. Es otra literatura, y hay muchas literaturas diferentes.

–¿Cree que la crisis acabará siendo un gran tema para la narrativa actual, si no lo es ya?

–Ya lo es. Está Chirbes, está Ferré, está Isaac Rosa. La magnitud de este enorme cambio social llevará a otros novelistas, de un modo u otro, a escribir sobre esto.

–¿En qué otros escritores le gusta mirarse para encontrar inspiración?, ¿por qué?

–El modelo de novela social o de novela como reflejo de los cambios sociales que manejo sería una mezcla de Baroja, Kundera y Martin Amis, algo tan abstracto y tan complejo en esa mezcla que entiendo que resulte confuso. Uno elige lo que lee, pero luego de algún modo los libros lo eligen a uno, e inciden de diferente forma en tu estilo y en tus intenciones.

Publicado en NNOO nº 1.550 de agosto de 2013

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