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En memoria de Jacinto Matarín: La Utopía ha paseado por El Palo

25 junio 2013 | Por

En memoria de Jacinto Matarín: La Utopía ha paseado por El Palo

El pasado 2 de junio Jacinto Matarín Campiñas, miembro de la HOAC de Málaga, dejó la tierra por la que tanto se desvivió para pasar a la Casa del Padre. A los pocos días de su partida, se celebró una Misa en su recuerdo, donde Juan Jesús Martin, amigo suyo, leyó lo siguiente:

“¿No?…

Reafirma e interroga.

Se asegura en sus principios, pero tiende un puente a su interlocutor.

El… ¿No?…, era la constante en la conversación de Jacinto, y la que mejor define su personalidad. Una certeza casi absoluta. Una fe y unas creencias muy firmes. Y una mano tendida hacia el que conversa.

Jacinto Matarín Campiñas, de Almería, recaló hace muchos años en El Palo enrolándose junto a un puñado de personas en la utopía vivida del cura Miguel León, para mejorar nuestras vidas y nuestra sociedad, con una opción por los más desfavorecidos.

Jacinto era un militante de la Hermandad Obrera de Acción Católica, HOAC, y vivió su vida haciendo realidad lo que predicaba. Disfrutaba con el SER, y huía de la búsqueda del poder y del dinero. Empujado por un compromiso cristiano, que lejos del incienso y la beatería, exigía un estilo de vida que trataba de imitar al de las primeras Comunidades Cristianas. Ayudaba al que lo necesitaba, denunciaba las injusticias y se oponía a los abusos. Sin gritos, pero con una constancia y un tesón demoledores. Jacinto nunca cambio de carril, nunca distinguió entre creyentes y no creyentes, ni entre socialista, anarquistas o comunistas. Y dijo lo que sentía, delante de políticos, dirigentes, técnicos y personal de todo pelaje. Con un discurso lento y seguro, salpicado de bastantes… no?…

Fue el sempiterno Tesorero de la Asociación de Vecinos de El Palo, participando muy activamente en la transformación urbanística del barrio, en las reivindicaciones para arreglar calles, en la defensa de las casas de la Playa, en la Vocalía de Cultura, en las Organizaciones de Base.

Era capaz de apoyar que las inversiones públicas fueran a las zonas más marginales anteponiéndolas a las necesidades del propio Barrio. Fue uno de los responsables de que la Mosca tenga su actual Polideportivo. Porque para él no había gentes de aquí y de allá, sino que todos merecían el mismo trato, y muy especialmente aquellos que nuestro sistema económico trataba injustamente

Juntos hemos compartido muchos momentos. De luchas y de alegrías.

Hemos ido con amigos de vacaciones a Galicia, donde no hubo forma de hacerle probar almejas grandes, pero donde, con su barba cana, oficiaba de druida en las celebraciones con queimadas. En Riglos se le venían encima las montañas, pero participaba feliz en las fiestas de Huesca con camisa blanca y ramo de albahaca.

Soltero, sobrio, culto, delgado, flequillo canoso sobre la frente, con una gruesa verruga negra sobre la cara y una pierna que le dificultaba algo el andar. Estaba familiarizado con el latín y el griego.

Ha encarnado en nuestras calles la imagen de la sencillez, la honradez, la tolerancia y la solidaridad. Ha conversado con casi todos, ha jugado al dominó con los jubilados, se ha manifestado con pancartas, formó parte del Consejo del Centro de Salud, del Colectivo de Parados, de la Vocalía de Urbanismo, de las Comisiones Antidroga, de las Coordinadoras de Asociaciones de Vecinos. También contribuyó a conseguir que en El Palo se construyera el Centro de Salud, el Hogar del Jubilado, el nuevo Instituto, el colegio Miguel Hernández y el Jardín de Playa Virginia.

Consoló y ayudó al que tenía cerca. Vivió dedicado a El Palo y a la HOAC. Compartiendo su vida y sus valores con sus vecinos.

¡Hasta corrió, con su pierna difícil, delante de niñatos ultras que quisieron darle una paliza! Por ser libre, por ser justo y por defender a los demás.

Los que le conocimos de cerca, nunca le hemos visto violento. Sí enfurruñado, pero nunca exaltado. Y sin embargo, ante los sectores más pudientes de nuestro barrio, Jacinto era un personaje terrible. Solo me queda pensar, que por su firmeza, por su compromiso con los más humildes y por su claridad en la denuncia.

Al final, en su larga enfermedad, pudo recibir de su familia, sus amigos y sus compañeros de la HOAC, el cariño y el apoyo que el tanto había prodigado. Especialmente de una enfermera y un librero también empeñados en seguir al pie de la letra el libro “Vivir como hermanos” de José Luis Caravias.

Jacinto se ha ido con Miguel León, con Ascensión, con Antonio Román, con Portilla y con otros tantos amigos.

A nosotros nos deja el ejemplo de su vida puesta al servicio de los más necesitados, en la lucha por conseguir un mundo y una sociedad más justa. Siendo pobre, y siendo una de las mejores personas que hemos conocido. Si yo fuera un creyente tradicional podría pensar que Jacinto fue un santo. Pero en honor a su memoria, buscando el consenso que el buscaría y tendiendo una mano a nuestros hermanos agnósticos y ateos, vamos a acordar que Jacinto ha representado la utopía paseando por nuestro barrio.

Siempre estarás con nosotros, viejo amigo”.

Juan Jesús Martin

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