Los profetas son personajes paradójicos. No se venden ante nada y ante nadie. Sin más poder que la fuerza de su palabra, por la que empeñan su vida. Pero también hay falsos profetas. Personas que con sus embustes halagadores confunden a la gente, desacreditan al profeta auténtico, neutralizan la palabra de Dios. Y también hay “profetas de calamidades” que “mean fuera del tiesto”.