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Un solo sueldo para vivir sencillamente

04 diciembre 2012 | Por

Un solo sueldo para vivir sencillamente

María Jesús Rodríguez respondió negativamente a la llamada que recibió, cuando su hija Lucía cumplió los cuatro meses, para volver a trabajar de cajera en un supermercado. Ella y su marido, Javier Casero, habían decidido vivir solo con un sueldo.

La verdad es que el salario de Javier es decente, les da para «llegar bien a fin de mes, al menos la mayoría de ellos». Es funcionario en el Ayuntamiento de Carrión, una localidad próxima a Ciudad Real. Él y su mujer forman parte del equipo de la HOAC «La Granja» en la diócesis manchega, aunque en la actualidad ya no se reúnen en la parroquia del barrio del que tomaron el nombre, sino en la de Los Ángeles.

Este administrativo por oposición relata cómo hace ya 13 años optaron por renunciar a un ritmo de vida más alto y las razones que llevaron a María Jesús a sacrificar su carrera laboral: «no fue por machismo, sino porque mi trabajo, por su salario y su estabilidad, era el que permitía que uno pudiera dedicarse más a los críos». Después de Lucía, llegó Guillermo, que ahora tiene ocho años.

La realidad de un mercado laboral hostil a las familias obliga a muchas trabajadoras, especialmente madres con trabajo precario, a elegir entre familia y empleo. María Jesús lo expresa con naturalidad: «nadie me ha ofrecido un trabajo que no pudiera rechazar, que fuera a tiempo parcial compatible con el cuidado de mis hijos o sumamente interesante. La verdad es que tampoco lo he buscado. Lo que tenía claro era que no tenía sentido ponerme a trabajar fuera de casa y dejar a otras personas que se encargaran de mis hijos».

La elección de esta familia no ha supuesto dramáticos sacrificios. «Es verdad que nuestras vacaciones son de lo más sencillas, no viajamos al extranjero, tenemos un coche viejo, no nos hemos cambiado de piso, ni vamos a cenar a grandes restaurantes», añade Javier, quien aclara que les encanta «ir con la tienda de campaña y dormir todos juntos en un camping o ir al pueblo con los abuelos». Es más, resulta gratificante, en palabras de su mujer, «poder estar más cerca de nuestros hijos dedicándoles un tiempo y una educación familiar y personal que en estos tiempos consideramos imprescindibles y que no se valora lo suficiente, pues se da más importancia al poder adquisitivo». Al no tener familia en Carrión de la que tirar para atender a sus hijos, la opción «fue de lo más natural».

No niega esta antigua militante del Movimiento de Jóvenes de Acción Católica que al principio su exclusiva dedicación a la casa y la niña no fue del todo fácil: «costaba llevar la casa, estar con mi hija, había ratos de todo y sentía ciertas ganas de salir, pero el tiempo te va poniendo en tu sitio». Pero, reconoce, que según se han ido haciendo mayores sus hijos, ha ido sacando cada vez más momentos para hacer otras cosas.

María Jesús, junto a su marido, tenían claro que querían construir una familia militante cristiana abierta también a la participación social. No todo se podía reducir al trabajo asalariado o al trabajo en la familia, también necesitaban desarrollar el trabajo del cuidado de los otros. De este modo, María Jesús llegó a presidir la Asociación de Madres y Padres de Alumnos. También acudir semanalmente a sus reuniones con los militantes que forman su grupo base en la HOAC. «Recuerdo que cuando tenía un trabajo de tarde, me costaba más seguir el ritmo. Si hubiera tenido un empleo remunerado seguramente no estaría donde estoy ahora o no hubiera podido acompañar a una vecina que acaba de perder a su marido», añade María Jesús. Y por supuesto, mostrarse disponible para las necesidades más humanas de sus vecinos, como puede ser el acompañamiento ante momentos de infortunio.

Como familia intentan inculcar a sus hijos la sobriedad en el consumo, lo que no siempre resulta fácil. Su hija, rodeada de familiares y amigos con móvil no para de insistir para que le compren uno. «Ahora que ha empezado en el instituto, parece bueno poder localizarla a través del teléfono en todo momento, pero nosotros crecimos sin él y cuando pasaba algo conseguían ponerse en contacto con nuestros padres», detalla Javier quien, no obstante, señala que «es una suerte tener una familia extensa de gente sencilla con un tren de vida no muy alto porque eso ayuda mucho». Otra cosa son los compañeros de trabajo, a los que año tras año les tiene que explicar que se ausentará de la opípara cena de Navidad, al considerar que no hay razones para incurrir en tal dispendio para «poder estar todos juntos».

Javier, que colabora en Cáritas de la parroquia de Santiago Apóstol de Carrión, «donde aterrizamos cuando empezamos a llevar a Lucía a la catequesis», matiza sobre su particular estilo de vida que «no es algo que vayamos por ahí aireando», aunque es de la opinión de que «algunas decisiones supongo que pueden cuestionar a otros».

Con todo, no se consideran una «familia perfecta». Son conscientes de vivir en una sociedad materialista, individualista y consumista en la que vivir los valores del Evangelio e intentar transmitirlos a nuestros hijos representa «una gran dificultad». Saben que habrá otras familias en las que no hay más remedio que los dos trabajen fuera de casa, pero ellos pueden decir que llevan una vida tranquila y feliz, aunque, como dice María Jesús «nunca estás parada». Javier lo dice en pocas palabras de este modo: «nos sentimos bien así».

Una pareja en movimiento

María Jesús, de 39 años de edad, y Javier, de 43, proceden de Campo de Criptana (Ciudad Real), donde se conocieron cuando ella pertenecía al Movimiento de Jóvenes de Acción Católica. Javier atravesó su particular desierto con la Iglesia después de la confirmación y lo único que entendía del compromiso cristiano de su entonces novia era «que le quitaba tiempo para estar más conmigo». Ella ha trabajado en una fábrica de confección, en la limpieza municipal y en un supermercado. Él ha sido albañil y desempleado hasta que sacó la plaza fija en el Ayuntamiento de Carrión, donde, por razones obvias, fijaron su residencia.

Desde allí acudían a la capital de la provincia para seguir alimentando su fe y descubrir su forma de ser Iglesia, primero como grupo de jóvenes de Acción Católica, gracias a la intervención de un consiliario del movimiento que hoy continúa como sector de Jóvenes de Acción Católica General, que logró vencer las resistencias de Javier a vincularse directamente con la realidad eclesial. Según fueron creciendo y cambiando sus circunstancias especialmente con la llegada de su primera hija, descubrieron la necesidad de plantearse sus proyectos de vida y pareja en clave adulta. Gracias al contacto con militantes de la HOAC, acabaron, primero, desarrollando la formación inicial de este movimiento apostólico de trabajadores y, luego, pasando a la militancia en el año 2006.

¿Qué dice la Doctrina Social de la Iglesia?

La doctrina social de la Iglesia viene insistiendo, por una parte, en valorar y reconocer la trascendencia e importancia de las labores de cuidado tradicionalmente desempeñadas por mujeres y, por otra, apelando a los varones para que se comprometan cada vez más también en este campo. Incluso llega a plantear la posibilidad de retribuir económicamente unas tareas tan claves para el desarrollo de las sociedades y de las personas.

«En la relación entre la familia y el trabajo, una atención especial se reserva al trabajo de la mujer en la familia, o labores de cuidado familiar, que implica también las responsabilidades del hombre como marido y padre. Las labores de cuidado familiar, comenzando por las de la madre, precisamente porque están orientadas y dedicadas al servicio de la calidad de la vida, constituyen un tipo de actividad laboral eminentemente personal y personalizante, que debe ser socialmente reconocida y valorada, incluso mediante una retribución económica al menos semejante a la de otras labores. Al mismo tiempo, es necesario que se eliminen todos los obstáculos que impiden a los esposos ejercer libremente su responsabilidad procreativa y, en especial, los que impiden a la mujer desarrollar plenamente sus funciones maternas» (Compendio de la DSI, 251).

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