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Homilia en el funeral de las víctimas de protestas antimineras en Celendín

10 julio 2012 | Por

Homilia en el funeral de las víctimas de protestas antimineras en Celendín

Por ANTONIO SÁENZ BLANCO. El texto evangélico que hemos escuchado nos presenta a Jesús manifestando la compasión de Dios. Él toca, se acerca a las personas que sufren.  Su presencia transforma  las situaciones de dolor en situaciones de vida.

Esta comunidad shilica, en este mes en que deberíamos estar alegres por las fiestas patrias y patronales, estamos aquí con profundo dolor e indignación por la muerte de estos hermanos nuestros, y del fallecido en la vecina provincia de Bambamarca, además de lamentar el estado de los heridos del pasado día 3.

Al menos la inmensa mayoría de los presentes creemos, respetando lo que nos dicen las ciencias,  que recibimos la vida como regalo de Dios. Todos queremos vivirla dándole sentido, encontrándonos a gusto con lo que hacemos y cómo lo hacemos.  Sabemos que la muerte nos ha de llegar; nos cuesta asumirlo, pero es así. Pero lo que no puede ser es que llegue de cualquier manera. Lamentamos profundamente estas muertes y el modo como se han producido. Lo rechazamos enérgicamente. ¡No hay derecho a esto!

Permítanme recordarles que en el pronunciamiento parroquial  publicado el pasado día 30 de junio urgíamos a la Policía y al Ejército a mantener una postura de serenidad y comprensión con un pueblo cuya pretensión es hacer oír su voz defendiendo el agua y la vida y pedíamos al pueblo abstenerse de caer en actos violentos.  Por favor, no más violencia, ni física, ni verbal, ni institucional.

Asimismo, en su comunicado del  día 4 de julio, los Obispos del Perú afirman  que “la vida es un valor supremo que en cualquier circunstancia debe ser protegida y privilegiada, tanto la de nuestras comunidades campesinas, como las que quienes, en cumplimiento de su deber constitucional, procuran el restablecimiento del orden”. Y añaden que “en su misión evangelizadora la Iglesia anuncia el valor de la vida y el respeto de los derechos fundamentales de las personas, promueve actitudes de respeto por la naturaleza y promueve una cultura de paz y de diálogo, por eso nos mantenemos a disposición del país para colaborar en lo que nos sea requerido, a fin de devolver la tranquilidad a las poblaciones afectadas de todo el Perú, especialmente del querido pueblo de Cajamarca”.

Nadie nos puede impedir nunca apostar por la vida, buscar las mejores condiciones vitales. Eso es lo que el pueblo quiere. Algunos lo que desean es el oro y el cobre y se les trata con reverencia. Al pueblo, que lo que busca es el agua, se le trata con represión, desde órdenes tomadas por señores que están cómodamente sentados en sus sillones limeños.  A unos  reverencia, a otros  represión desproporcionada. Siempre le toca la muerte a los más pobres, a los más indefensos.

¿Cómo se nos habla de diálogo con armas en las manos? ¿Cómo se nos invita al diálogo si el Gobierno carece de representante en un pueblo que lleva meses sin gobernador? ¿Por qué en situaciones de conflicto al pueblo se le restringe su libertad y a la empresa minera no se le ordena paralizar sus maquinarias al menos hasta que se restablezca la calma? Señores empresarios, colaboren también ustedes en el restablecimiento de la paz y el orden justo. Es verdad que la ley actual les ampara, pero tengan sentido común y actúen desde la racionalidad. ¿Vale más para ustedes el oro o el cobre que las vidas humanas? ¿No es razonable que el proyecto minero al menos se paralice unos años y se abran cauces de acercamiento y diálogo? Dada la  desconfianza mutua reinante, ¿no se puede paralizar el proyecto minero hasta que se elabore una ley de minería, dialogada y consensuada con todos los sectores implicados, y desde ella se revisen todos los pasos dados para dictaminar la viabilidad o no del proyecto? Urge encontrar salidas a esta situación, ahora bañada en sangre.

Que nadie vea en estas expresiones el más mínimo deseo de llamar a la violencia. Siempre la he detestado y la detesto. Pero, aunque estemos en Estado de Emergencia, tenemos derecho a expresar libre y pacíficamente nuestras opiniones y ser respetados por los que tienen otras visiones. Hermanos policías, del ejército y pueblo en general, por favor, en nombre de Dios, no más violencia. Tengamos serenidad. Seguimos en democracia. Las Fuerzas Armadas no pueden olvidar que siguen estando al servicio del pueblo, que es soberano. No restrinjan más derechos de los ciudadanos que los que marca la ley.  Hermanos de la Prensa, con respeto les pedimos que sus empresas periodísticas informen con más objetividad y veracidad de lo que lo han venido haciendo hasta ahora.

Queridas familias dolientes, toda esta comunidad les expresamos nuestra solidaridad en el dolor.

Nuestra fe nos lleva a despedirnos con pena, amor y esperanza de estos hermanos nuestros. El más allá de la muerte es una realidad que nos desborda. Sin saber bien cómo expresarlo, esperamos el encuentro definitivo con Dios, el llegar a la meta de la plenitud de la vida. De ella confiamos que estén participando nuestros hermanos difuntos.

El Señor nos acompaña en el dolor y sigue caminando con nosotros, impulsándonos a una convivencia en paz y armonía, con desarrollo integral para todos.

Antonio Sáenz Blanco. Sacerdote diocesano de Badajoz en Celendín, provincia de Cajamarca (Perú).

Más información

El conflicto, según ADITAL

 

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