“Y la sangre de Cristo se vertía generosa, pacífica, redentora, y se unía a la sangre derramada de inocentes, ríos de sangre por los siglos, y la sangre vertida del herido, y Cristo por los siglos desangrándose, divinizando la sangre de las víctimas, excomulgando a criminales y verdugos, y a las causas del mal y la desgracia”.