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Francisco Lorenzo, Cáritas y Foessa: «La crisis está afectando al horizonte vital de muchas personas»

02 abril 2012 | Por

Francisco Lorenzo, Cáritas y Foessa: «La crisis está afectando al horizonte vital de muchas personas»

Francisco Lorenzo, coordinador de Estudios Sociológicos de la Fundación FOESSA y Cáritas Española, conoce bien el mapa de la pobreza y la exclusión. Los últimos estudios alertan de la peligrosa brecha que se abre entre quienes carecen de lo básico y quienes acumulan más de lo que jamás soñaron.

–¿Qué efectos ha tenido la crisis en la desigualdad y el aumento de la pobreza?, ¿Estamos en una verdadera situación de emergencia social?

–La pobreza se ha extendido –hay más personas que viven bajo el umbral de la pobreza, se ha intensificado –los pobres de tienen menos ingresos que el año anterior– y se está cronificando –la mitad de los desempleados lo son ya de larga duración–. Llevamos poco tiempo de crisis pero conforme pasa las consecuencias son más graves. ¿Con qué motivación te levantas a buscar trabajo un día más después de haber comprobado durante año y medio que no lo hay? La crisis está afectando mucho al horizonte vital, al sentido vital, a las dinámicas internas difíciles de medir, pero muy importantes.

La situación es muy crítica. Para muchas personas las consecuencias son muy duras. Cáritas ha duplicado el número de personas atendidas en sus servicios de acogida en tres años, de 400.000 a 950.000 entre 2007 y 2010. La gente demanda tres cosas: alimentos; ayudas para el alquiler o los suministros del hogar; y empleo. Y el 67% ha pasado antes por los servicios sociales públicos, sin que hayan resuelto sus necesidades más básicas.

–¿Vivimos una situación de emergencia social?

–Hemos pasado de un modelo de estructura social piramidal a otro de «I» mayúscula, donde hay dos grupos que comparten el espacio pero no tienen igual acceso a la renta y a los derechos. Coexisten, pero no sé si conviven. Hay excluidos del empleo, los desempleados, y excluidos dentro del grupo de los que tienen empleos –el 14% de los trabajadores con empleo son pobres–. Son estos grupos los que tienen problemas de vivienda, muchos son hogares encabezados por jóvenes y con menores, con riesgos de presente y de futuro. Es un grupo grande de la sociedad que acumula grandes desventajas, en términos de renta y de bienes, pero también de derechos. Y otro grupo pone distancia de por medio. Si esta dinámica continúa tendremos una sociedad polarizada, sinónimo de conflicto. Está en juego la cohesión social.

–¿Hay riesgo de se abandone definitivamente el combate contra la pobreza?

–En los 14 años previos a la crisis, con un crecimiento económico permanente, con mucha generación de empleo, el gasto social se entendía como eso, como un gasto, no como una inversión, y se fue reduciendo o evitando. No se ha entendido que invertir en protección social, en educación, en salud…, es ganar en cohesión social, fomentar una sociedad mejor formada y más saludable. Entonces estábamos a tres puntos porcentuales de la media europea de gasto social. En lugar de aprovecharlo para acercarnos, nos fuimos alejando hasta los 6 y 7 puntos. No sentamos las bases que pudieran prevenir lo que ha venido.

francisco lorenzo 2.jpgPor lo menos, debemos aprender la lección, sobre todo cuando nos dicen que debemos centrarnos en generar empleo y crecimiento. Evidentemente, con cinco millones de parados, hay que crear empleo, pero no vale cualquier empleo. Si es precario, ya vemos lo que pasa: es el primero que se destruye cuando llegan las crisis: no es verdad que sea trampolín a otro empleo mejor sino que acaba atrapando a la gente en la precariedad, y encima hipoteca nuestro futuro. También hemos visto que el crecimiento por sí mismo no ha sido capaz de frenar la crisis. Igual debemos centrarnos en otros indicadores. Hay que generar empleo pero con apellidos, que sea integrador…

–¿Qué puede pasar con los que peor están en estos momentos, dada la situación generalizada de falta de recursos y de empobrecimiento de gran parte de la población?

–Existe el riesgo de que ante la nueva pobreza, nos olvidemos de aquellos grupos con una larga trayectoria de sufrimiento, que entremos en la lógica de apoyar a aquellos que con un poco de inversión se pueden incorporar al mercado de trabajo y olvidarnos de estos otros que arrastran un gran historial de pobreza. La preocupación por los últimos, los más vulnerables y los que más sufren puede pasar de la última posición al olvido absoluto. Lo que nos jugamos es la talla moral de nuestra sociedad. ¿Vamos a permitir echar tranquilamente al camión de los residuos a hermanos o vecinos nuestros? ¿Estamos dispuestos a aceptar la exclusión estructural para que la media parte de la sociedad que queda pueda medio funcionar?

–¿En qué medida las políticas de empleo, vivienda o protección social han contribuido a generar la situación en la que nos encontramos?

–La crisis ha hecho emerger situaciones que se habían gestado ya en época de crecimiento. La imagen del ejecutivo que ahora va al comedor social se está dando, pero no es lo más representativo. Ya durante la bonanza, muchas personas, muchas familias estaban acumulando grandes desventajas, riegos y vulnerabilidades. Más de la mitad de la población española estaba afectada por indicadores de privación, de exclusión social… No es que estuvieran fatal, pero en un contexto en que todo parecía ir muy bien había riesgos para mucha población. Desde luego, ha habido políticas concretas que no han servido para prevenir la crisis social. Cuando se entiende la vivienda como objeto de mercado y no derecho, las políticas se concretan de una manera particular. Con la lógica de mercado se ha construido más que nunca, sin que el acceso a la vivienda haya mejorado. En este caso «más no es igual a mejor».

Desde luego hay responsabilidades distintas y hay que exigirlas a los partidos políticos, entidades financieras… Pero también hay que asumir que algunas medidas han venido avaladas por decisiones personales. Sin querer culpabilizar a quienes están cargando con la peor parte de la crisis, debemos reflexionar sobre si hemos participado o no de la burbuja inmobiliaria, al querer vender los pisos a un precio desorbitado. Evidentemente han sido dinámicas colectivas inducidas, porque, no se nos olvide, hay quienes han ganado mucho dinero a expensas del sufrimiento de los demás. Si somos conscientes de esa responsabilidad de cada uno, descubriremos también que somos capaces de cambiar esas dinámicas, de que no hay verdades impuestos y podemos cambiar las cosas.

–Ante la urgencia de dar respuesta a los problemas urgentes, ¿el asistencialismo está ganando peso en perjuicio de la promoción de las personas y la transformación de las estructuras injustas?

–Es un peligro y hemos perdido mucha energía en el debate. Ahora la crisis nos llama a hacer cosas que pensábamos superadas, pero lo importante es cómo y desde dónde hacemos esas tareas. La gente no puede cubrir sus necesidades básicas, pues hagamos lo que podamos y hagámoslo desde la dignidad de la persona, respetando y valorando sus potencialidades, haciéndole sujeto de su propia historia, con acompañamiento de calidad. Si ahora toca lo asistencial, siempre debemos poner a la persona en el centro, respetar su dignidad. Lo importante es si lo hacemos en clave de derecho o en clave paternalista. Porque también podemos hacer promoción en clave paternalista y asistencialismo en clave de derecho.

–¿Como interpreta el aumento del voluntariado y de las donaciones individuales –que no del presupuesto total– que experimenta Cáritas?

–Es una sociedad que se moviliza. Cuando la gente tiene elementos para empatizar, no se desentiende. La crisis está afectando a mucha gente, igual no todos están en situación dramática, pero todos tenemos a alguien conocido que pierde el empleo. Eso nos permite empatizar y movilizarnos… Benedicto XVI, en «Caritas in Veritate», señala que la crisis puede ser una oportunidad. Se está consolidando una gran masa social en situación de vulnerabilidad que nos obliga a mirar a la realidad y al modelo social que estamos construyendo. Para aprovechar la oportunidad, hay que bajar al barro, estar junto con quien sufre, si lo hacemos y somos capaces de cambiar nuestros estilos de vida estaremos apostando por otro modelo.

Bajar al barro desgasta. Estar en el sufrimiento genera también dolor, agotamiento y desesperación, a veces, ante la imposibilidad de resolver todo lo que ocurre. Hay que cuidar al que cuida, pero al final vemos que hay que elegir entre evitar la renuncia o hacer el esfuerzo de colocarnos en la situación que nuestros valores y el sentido último de la vida que tenemos como cristianos nos indican. Creo que merece la pena estar en el barro y cuidar también al que cuida. Los voluntarios no son recursos, son parte de la comunidad y debemos estar pendiente de ellos.

–¿Nos faltan profetas?, ¿hay suficientes signos de esperanza?

–Zygmunt Bauman decía que hemos pasado del mártir –el que renuncia a todo por lo que cree– al héroe –que renuncia a todo pero consigue el éxito– y de éste a la celebridad –que consigue el éxito sin renunciar a nada–. La única derrota absoluta es creer que no hay posibilidad ni siquiera de hacer cosas pequeñas. Toca hacer cosas pequeñas, junto con los que sufren, en lugares concretos. Es tiempo de valientes. Esto suena a mártir, puede sonar anacrónico, pero no es una apología del sufrimiento, sino apostar por cambiar la lógica, romper con «el más es siempre igual a mejor» y «el mercado lo es todo» y de hecho, hay muchos signos de esperanza a poco que sepamos mirar. Es difícil, pero estamos viviendo también una época interesante que nos exige estar a la altura.

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