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Afectados por la hipoteca en Sant Boi

01 febrero 2012 | Por

Afectados por la hipoteca en Sant Boi

Ramiro Vega y otros militantes de la HOAC de Sant Boi (Barcelona) no han podido dejar de estar en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de su localidad. «En cada momento hemos estado en las luchas que tocaba, en coherencia con nuestra fe», explica este enfermero prejubilado.

Hace meses las entidades sociales de Sant Boi, una localidad obrera de la periferia barcelonesa, se enteraron de la ejecución hipotecaria con la que habían amenazado a una una mujer separada y con cuatro hijos que había estado pagando la hipoteca durante ocho años. Al no poder seguir pagando, por diversas razones, entre ellas haber perdido su empleo, el banco subastó su piso quedándose con él por la mitad de su valor y requiriéndole a pagar el resto de la deuda. Posteriormente le llegó el desahucio.

«Sabíamos que en Barcelona funcionaba muy bien la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que tenían abogados y que no hacían más que aquello que los propios damnificados les pidieran», recuerda Ramiro Vega. Por eso, diversos miembros de las asociaciones sociales, como la Fundación Marianao, las organizaciones vecinales, Acción Social contra el Paro y el Fondo Social, se dirigieron a la oficina de la plataforma en la capital catalana.

«Nos gustó porque se parte de los damnificados y se funciona de modo asambleario. Lo único que se pide a los afectados es que sigan en la plataforma cuando su caso esté en vías de solución o se haya resuelto. Por ahora, los que más están respondiendo son los latinoamericanos», dice Ramiro.

De vuelta a Sant Boi y constituida la plataforma comenzó una gran labor de difusión. Así fue como «en un día lluvioso nos reunimos más de cien personas a la puerta de la vivienda de la afectada y conseguimos parar ese día el desahucio, aunque en cualquier momento le pueden venir a desahuciar». Se estima en España hay quinientos mil pisos que están desahuciados o en proceso de desahucio. Sólo en Sant Boi se desahucian más de cinco piso semanales, en Barcelona veinte al día.

Los damnificados por los desahucios se enfrentan a un proceso judicial cuyas consecuencias hacen que el piso impagado salga a subasta y el banco con el que fue hipotecado se quede con él por la mitad de su valor al tiempo que el propietario se ve obligado a seguir pagando hasta que finalice el total de la deuda. Ésta suele resultar muy elevada, no sólo por el capital más los intereses no satisfechos al prestamista, sino también por los costos elevadísimos de los gastos judiciales ocasionados.

«Por ahora son los árabes e hispanoamericanos los que más acuden solicitando la intervención de la plataforma», comenta Ramiro Vega, quien opina que «los españoles prefieren sufrir en silencio y no son capaces, por lo general, de superar la vergüenza que sienten por encontrarse en esta situación». Y eso que entre los amenazados por las ejecuciones hipotecarias hay profesionales liberales, trabajadores integrados, parejas jóvenes con hijos que un momento dado pierden sus ingresos o los ven muy recortados… Como dice el militante de la HOAC «es algo que nos puede pasar a cualquiera en cualquier momento».

Según su parecer, «la ley actual está a favor de que el banco cobre el total de la deuda», por lo que ante este grave problema «la Plataforma reivindica, en general, lo que se llama la Dación en Pago (saldar la deuda contraída con la entrega del piso hipotecado)». La primera medida ante el posible embargo es no entregar las llaves y no seguir responsabilizándose de las letras, porque al final «da igual lo que hayas pagado, te quedas sin casa y con una deuda a la que hacer frente, incluso con la retirada de todo o parte de los ingresos que puedas tener».

A pesar de que en la anterior legislatura, ya hubo serios intentos de promover una iniciativa legislativa popular (ILP) por la dación en pago y el propio congreso se negó a admitir la propuesta, las diversas plataformas que tanto en Cataluña como en el Estado español están surgiendo –«cada vez hay más»–, estudian promover una ILP nueva que requiere más de quinientas mil firmas para que se modifique la ley. Con todo, opina Ramiro que «lo deseable sería y vamos a reivindicar el que el hipotecado pueda quedarse en su piso de alquiler pagando un tercio de lo que gana la unidad familiar».

La plataforma se reune una vez a la semana en Sant Boi y otra vez también a la semana en Barcelona. En las asambleas los afectados cuentan sus problemas y la plataforma les asesora y apoya. Los mismos afectados deciden solucionar sus problemas comunitariamente.

Además de impedir, al menos a las primeras de cambio, que los agentes judiciales cumplan las ejecuciones hipotecarias, los miembros de la PAH se manifiestan repetidamente ante los bancos de los hipotecados con la esperanza de abrir una negociación para conseguir la dación, «cosa que a día de hoy no hemos conseguido», admite Ramiro, quien añade que «como plataforma, hemos acompañado a los afectados en sus diversos problemas con los bancos, con los jueces, con el ayuntamiento».

Al menos, dice, «hemos conseguido que no desahucien el piso sin avisar a los servicios sociales del ayuntamiento y éste le conseguirá un piso social en alquiler y el PIRMI (renta o ingresos mínimos de inserción) para la afectada».

Ramiro insiste: «hay que desmontar el bulo de que los bancos quebrarían si dieran la dación en pago; es mentira pues de pisos desahuciados actualmente, aun siendo muchos, sólo son el 2,7% del total de los pisos hipotecados. Son muchas las familias que sufren en silencio su problema y no acuden a la plataforma, con lo que salen muy mal paradas».

A pesar de las dificultades para que las comunidades cristianas se sumen a esta reivindicación de la que no se salvan tampoco los fieles católicos que participan en la vida de las parroquias, Ramiro tiene claro que «es una lucha que hay dar porque se trata de una injusticia clamorosa que le puede ocurrir a cualquiera». En su opinión, tal vez sea una de las movilizaciones «más útiles y más claras» de todas cuantas se hayan podido emprender en los últimos tiempos, al calor de la devastadora crisis que padecemos.

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