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Los movimientos juveniles de Acción Católica hablan de la JMJ de Madrid

01 agosto 2011 | Por

Los movimientos juveniles de Acción Católica hablan de la JMJ de Madrid

Los responsables de los movimientos juveniles de Acción Católica nos dan su visión sobre la próxima Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Madrid entre el 11 y el 21 de agosto. Saúl Pérez, de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), David Cantero, de Acción Católica General-Jóvenes (ACGJ) y Mari Ángeles Blázquez, de la Juventud de Estudiantes Católicos (JEC) opinan sobre la próxima visita de Benedicto XVI a Madrid.

¿Cuáles son las mayores dificultades entre los jóvenes de vuestro alrededor para hacerles llegar la propuesta del Evangelio?

Saúl: –El evangelio no se conoce en un primer contacto, hace falta una acción continua para descubrir su esencia y sus propuestas y hoy día se tiende a lo inmediato, al corto plazo. Hay otro factor que afecta más a la Iglesia: la distancia entre el mensaje que se proyecta desde la Iglesia, fomentada muchas veces por los medios de comunicación pero también desde el ministerio pastoral, y los verdaderos problemas y necesidades de los jóvenes.

David: –Un problema de los jóvenes de Iglesia es que vivimos en una realidad distinta. Si los jóvenes están en el juego, la fiesta, el «facebook», nosotros vivimos en lo social, en lo comunitario…, son mundos muy diferentes y no sabemos unirlos. Muchas veces en nuestra vida parece que a veces somos jóvenes y otras somos cristianos y una cosa excluye a la otra. Hay cierta coherencia por supuesto, pero cuando hacemos las cosas están cargadas de ideología, de palabras raras…

Mari Ángeles: –La primera dificultad es una idea preconcebida de la religión y de la Iglesia, las de siempre, terminan diciendo que a ellos eso no les interesa, y esa es la mayor dificultad, la indiferencia. Es mejor acercarse a los otros desde su vida que desde discursos. Otra dificultad es que a la mayoría le parece bien lo que hacemos, lo que decimos, aunque estén más o menos de acuerdo del porqué lo hacemos, pero cuando les invitas a dar un paso más les resulta muy complicado. Lo que hay que hacer es seguir y con mucha energía, porque la pasión y la gratuidad hoy sorprenden y enganchan.

El paro, la precariedad, el fracaso escolar, las dificultades de los jóvenes para emanciparse y formar su propia familia…, ¿la Iglesia tiene en cuenta estas circunstancias a la hora de dirigirse a los jóvenes?

Saúl Pérez

S: –La Iglesia sí tiene en cuenta esas circunstancias, pero en cambio los jóvenes, generalizando, no tienen esa percepción. La Iglesia desde sus niveles diocesanos debería poner énfasis en estos problemas que al final lo son también de la familia. Vivimos en la sociedad de la imagen y esto no se está cuidando bien desde la Iglesia, y aquí incluyo a la jerarquía y a los laicos y laicas de la base. Muchas veces el acento lo ponemos en otro lado, con mensajes muy defensivos que provocan un mayor distanciamiento con los que podrían acercarse a la Iglesia en busca de una institución que da respuestas a los problemas de la gente.

D: –Se hacen muchas encíclicas y muchas cartas pastorales pero no acertamos a transmitirlo. No hay unidad en los mensajes. Hay mucha gente, mucho esfuerzo, mucha vida puesta en construir una sociedad mejor para todos, pero no hay una apuesta de verdad por transmitir estos valores y estos compromisos. Es menos cuestión de lo que no estamos haciendo, y más de lo que no estamos transmitiendo.

MA: –Una cosa es la visión que da la Iglesia en los medios de comunicación y otra cosa es lo que se vive en el contacto diario en los grupos y parroquias de Iglesia. Hay gente a mi alrededor que son Iglesia y les preocupa y les preocupo, y sabemos que hay instituciones de la Iglesia trabajando por estos problemas sociales. Pero sí es verdad que pocos comunicados se hacen sobre estos temas…

¿Qué pintan los jóvenes en la Iglesia?, ¿encuentran eco a sus anhelos y preocupaciones?

S: –La sociedad no se ha construido en los últimos años sobre la participación, preocupación y opinión de los jóvenes. En la Iglesia ocurre lo mismo. Un ejemplo es ver la delegación de juventud en las diócesis. En la mayoría de los casos, la dirigen personas que ni son jóvenes, ni son laicos. Esto sirve como síntoma. Esto no quita que los jóvenes tengan sus propias fórmulas de participación en la Iglesia a través de grupos y movimientos. Hoy se está demandando un cambio de la sociedad en pro de una mayor participación e implicación para que se tengan en cuenta a los jóvenes y se actúe en sintonía. Es algo que la Iglesia debería tener en cuenta.

D: –Hay muchos cauces de participación pero el protagonismos de los jóvenes es escaso. No terminamos de dar ese impulso definitivo para que los jóvenes abandonen el segundo plano. Hace falta ese salto en la Pastoral con Jóvenes. Si queremos una sociedad y una Iglesia más participativa, los jóvenes, ya desde niños, deben ser los protagonistas para que sientan como propio todo esto, para que lo puedan vivir intensamente.

MA: –Mi apuesta es de un movimiento de jóvenes para jóvenes. Puede que no tengamos tanta «experiencia» como los adultos pero tenemos mucho que decir y que hacer, sólo falta que nos dejen y que queramos. Si hay un grupo de jóvenes activos dentro de la Iglesia, se valora, porque hay muy pocos, pero puede haber problemas cuando te sales de su idea y le planteas cosas distintas, aunque sea de forma constructiva. Sólo tenemos que ver cuántos jóvenes hay en los consejos parroquiales o en los encuentros de delegados.

¿Cómo valoras la organización de la próxima JMJ?, ¿qué efectos positivos y negativos ha tenido lo realizado hasta ahora?

S: –Este año se han visto muchos problemas sociales derivados de la crisis. La Iglesia ahí tenía un reto y una oportunidad, especialmente la Pastoral de Juventud. En mi opinión, el hecho de haber volcado todos los esfuerzos en la JMJ ha impedido llegar a jóvenes que necesitan pasos previos para entrar en sintonía con el Evangelio.

La participación e implicación se ha reducido exclusivamente a la acogida en las diócesis, más allá de la organización general en Madrid. No ha sido una organización donde los jóvenes hayan tenido una participación, todo ha venido impuesto, se ha contratado a grandes empresas. He tenido la ocasión de hablar con un obispo de Canadá que fue partícipe de la JMJ de Toronto y me dijo que estaba viendo poca participación de los jóvenes en la preparación de la de Madrid. Lo importante no es ese día, sino el después. Y no sé hasta qué punto ese esfuerzo se está poniendo en este post-JMJ.

Sí que en muchas diócesis se han creado redes de trabajo, organización y colaboración entre diversos jóvenes y movimientos, dentro de las delegaciones de Juventud, que son muy positivas para continuar trabajando en un futuro. Además del hecho de que la acogida se está viviendo como una colaboración comunitaria y se está haciendo un trabajo preparatorio que en algunos casos sí que va a ser muy bueno.

David Cantero

D: –Hay que diferenciar la JMJ en Madrid, Alcalá y Getafe, más centrada en la organización, y en el resto de las diócesis, volcada en la acogida. En Madrid los jóvenes están muy implicados, están poniendo mucho esfuerzo pero no sé hasta qué punto se sienten protagonistas. Sí que están muy ilusionados, están esperando el encuentro de comunión con el resto de jóvenes de España y del mundo. El resto de las diócesis vive más desconectada. Sí está sirviendo para revitalizar todo lo que es la Pastoral Juvenil. Veremos qué pasa en septiembre cuando empiece el curso.

MA: –Considero la JMJ como una oportunidad para vivir la Iglesia universal. Porque ver otras formas de ser cristianos, otras culturas siempre es muy rico y te hace abrir la mente. Aunque también es enriquecedor el encuentro con otros jóvenes que están fuera de la Iglesia y no sólo quedarnos en la satisfacción de ¡qué bien estoy con los que piensan como yo! Es positivo remover las emociones, pero mucho más importante es el trabajo diario y la acogida de los jóvenes, sean como sean.

Ha necesitado tanto trabajo que hasta se ha podido paralizar lo que se estaba haciendo antes. Más difícil de saber es valorar los procesos de encuentro con Cristo y de cambios en la vida. La JMJ es un encuentro muy grande que también necesita una gran estructura y financiación, lo que sorprende es que se haya acudido a empresas de dudosa ética económica para pedir ayuda. El coste también ha sido un problema para aquellos que quieren participar, en especial en los países en desarrollo.

¿Qué esperas de la celebración en agosto de la JMJ?

Mari Ángeles Blázquez

S: –Espero que la JMJ vaya más allá, que los miles de jóvenes y no tan jóvenes que participen no desaparezcan, que continúen su vida cristiana y militante. Y, en las diócesis, que todas esas redes de trabajo que se han creado para la participación y organización no se diluyan y que se tenga en cuenta a todos los jóvenes que no pueden asistir a la JMJ, lo que no quiere decir que no sean jóvenes dispuestos a acoger el mensaje del Evangelio y de la Iglesia.

D: –Me gustaría que la gente disfrute de sentirse cristianos en una Iglesia Universal y luego no se encierren en sus parroquias, grupos, movimientos, parroquias y arciprestazos sino que sean capaces de seguir construyendo esas redes, ese trabajo en coordinación con otros. Esta experiencia que es muy grande, puede que excesivamente grande, tendría que repetirse a pequeña escala en las diócesis.

MA: –Espero pasármelo muy bien en la JMJ con otros cristianos de distintos sitios y culturas. Compartir la fe con otros jóvenes y seguir alegrándome de ser seguidora de Jesucristo. Durante esos días también estaremos trabajando para que los dos momentos que tiene la JEC en el Festival de la Juventud, una oración por la luz del mundo centrada en los objetivos del milenio y un café-debate sobre el ecumenismo, sean profundos y salgan bien, acogiendo a todos los jóvenes que quieran participar.

Una vez terminada la JMJ espero que el movimiento siga trabajando por los jóvenes estudiantes dentro de los institutos y universidades, y espero que las pastorales diocesanas trabajen según el proyecto marco de pastoral juvenil y aprovechando el trabajo común con el que se ha preparado la JMJ y mantener los grupos que se han creado a partir de ella.

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