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Convivencia y amistad social

10 noviembre 2015 | Por

Convivencia y amistad social

La democracia es un proyecto de convivencia en común desde la riqueza de la diversidad. Necesita de un marco que haga posible convivir, no estar simplemente unos al lado de otros, y unos valores que la sustenten y la animen.

En expresión del papa Francisco, para afrontar los conflictos de forma humana es necesaria «humildad social», esto es, estar dispuestos a reconocer las razones y la verdad del que piensa diferente, a reconocer la falta de razones y de verdad que pueda haber en nosotros mismos; y, sobre todo, la disposición a reconocer que nos necesitamos unos a otros. Nos falta mucha «humildad social» y, en particular, «amistad social», la que hace posible la convivencia. Por eso es tan necesario un auténtico diálogo social.

En nuestro país tenemos carencias evidentes en este diálogo social y buena muestra de ello es, por ejemplo, lo ocurrido tras los resultados de las elecciones catalanas del pasado 27 de septiembre que, aunque no es algo nuevo sino tristemente repetido, es muy llamativo. Unos, los que han querido plantear estas elecciones como un plebiscito sobre la independencia, dicen y repiten que los resultados han legitimado su proyecto independentista, el cual debe seguir adelante sin más. Son así incapaces de reconocer un hecho: la mayoría de los catalanes que han votado han elegido candidaturas que no proponen de manera explícita ese proyecto independentista. Su idea está por encima de la realidad. Otros, los que se han negado sistemáticamente a buscar caminos que reconozcan la existencia de un problema político real y a buscarle una salida consensuada, dicen y repiten que hay que seguir igual, porque el resultado de las elecciones es una derrota del independentismo sin más. Son incapaces de reconocer otro hecho: la mayoría absoluta de los parlamentarios elegidos forman parte de candidaturas que defienden la independencia. También su idea está por encima de la realidad. Así es imposible la convivencia porque, ¿qué diálogo puede darse para construirla?

Sin un cambio muy importante de actitudes es muy difícil, por no decir imposible, encontrar soluciones reales al conflicto. En este sentido, refiriéndose a la necesidad de un auténtico diálogo para construir una convivencia pacífica, el papa Francisco, en Evangelii gaudium (nn. 217-241) propone cuatro principios que pueden orientar el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad donde las diferencias se armonicen en un proyecto común (n. 221). Los recordamos porque nos parece que son, también, de aplicación al asunto que nos ocupa:

1º.- El tiempo es superior al espacio. Es necesario trabajar a largo plazo por un proyecto común, sin obsesionarse por resultados inmediatos: «A veces me pregunto –dice Francisco– quiénes son los que en el mundo actual se preocupan realmente por generar procesos que construyan pueblo, más que por obtener resultados inmediatos que producen un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no contribuyen a la plenitud humana» (n. 224).

2º.- La unidad prevalece sobre el conflicto. El conflicto no se puede ignorar, hay que asumirlo, pero sin encerrarse en él, lo que lleva a perder la perspectiva, sino con voluntad de resolverlo buscando la comunión desde la diversidad, algo indispensable para la «amistad social»: «La diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una diversidad reconciliada» (n. 230).

3º.- La realidad, más importante que la idea. Es necesario no ocultar o deformar la realidad sometiéndola a las propias ideas. Las ideas son valiosas cuando somos capaces de ponerlas en relación con la realidad y la diversidad para caminar juntos (n. 231).

4º.- El todo es superior a la parte. Siempre es necesario ampliar la mirada, sin renunciar a las propias convicciones pero sin encerrarse en ellas, para buscar un bien mayor que nos puede beneficiar a todos, pues todos tienen algo que aportar que no puede perderse (nn. 235-236).

Así podremos cultivar una cultura social que «privilegie el diálogo como forma de encuentro», porque «no necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos… se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural» (n. 239). No es sencillo. Pero mucho más difícil es encontrar soluciones desde la cerrazón de cada cual en sus exclusivas posiciones.

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