Un trabajo que cuide

Alrededor del 7 de octubre, la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), se une a trabajadores y trabajadoras de todo el mundo para celebrar la Jornada Mundial por el Trabajo Decente.

El objetivo principal de esta jornada es afirmar el trabajo decente como un derecho fundamental de las personas trabajadoras y destacar que «el trabajo es el gran tema» de nuestras sociedades, como actividad esencial para el reconocimiento de la dignidad de la persona, que no se cumple por las condiciones precarias en que se realiza o directamente por la imposibilidad de millones de personas de acceder a él.

En la convocatoria de este año, la iniciativa hace hincapié en la importancia de la seguridad en el lugar de trabajo, con el lema: «Un trabajo decente tiene que ser un trabajo saludable».

La pérdida de la salud en el trabajo y, en excesivas ocasiones, de la vida, es un grave problema que necesita ser abordado en profundidad. Por este motivo, ITD quiere «poner el acento y crear conciencia sobre esta realidad que haga visible a las víctimas de la siniestralidad, porque solo, haciendo visible el problema en el seno de la sociedad podremos empezar a solucionarlo», nos dicen en su comunicado.

La iniciativa es consciente de la dramática realidad de siniestralidad laboral existente en el mundo del trabajo. El dato más trágico es la pérdida de vidas cuando intentamos «ganarnos nuestro pan cada día»: se producen dos siniestros laborales con resultado de muerte. Esto, en palabras del papa Francisco, es una «calamidad y una injusticia» que atenta contra la dignidad humana.

El trabajo es el medio por el cual la persona se realiza. poniéndose al servicio de los demás y de la comunidad. Es el lugar donde se produce una relación de cuidado: hacia el otro y con el entorno, con la creación. Si el trabajo no supone un proceso de humanización, se convierte en simple búsqueda desesperada de la productividad y los beneficios. «El ser humano se convierte en una máquina de producción», cuya factura es la desprotección de los trabajadores y las trabajadoras.

En este sentido, ITD señala que el magisterio social de la Iglesia enuncia el derecho «a ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio a la salud física de los trabajadores y no dañen su integridad moral» (CDSI 301).

Francisco viene recordando la parábola del Buen Samaritano, como inspiración, para no permanecer indiferentes ante las personas heridas en nuestro caminar por la vida (Cfr. Fratelli tutti, 56-86). En este caso, las víctimas de la siniestralidad laboral y sus familias. De ahí que el pontífice nos alerte contra el riesgo de acostumbrarnos o resignarnos ante la siniestralidad laboral, concediendo al sistema económico la potestad de desechar la vida humana en el mundo del trabajo.

Las muertes y los accidentes laborales son «un empobrecimiento social trágico que afecta a todos, no solo a las empresas o las familias involucradas. No debemos cansarnos de aprender y reaprender el arte de cuidar, en nombre de la humanidad común. La seguridad no solo se garantiza mediante una buena legislación que debe ser aplicada, sino también mediante la capacidad de vivir como hermanos y hermanas en los lugares de trabajo».

Asimismo, conviene subrayar el valor de la corporeidad –el cuerpo físico, emocional, mental, trascendente…– y su relevancia en el mundo del trabajo: «Si el cuerpo es templo del Espíritu Santo, significa que, al cuidar de sus fragilidades, alabamos a Dios». La humanidad es, por lo tanto, un «lugar de culto» y el cuidado es la actitud con la que colaboramos en la obra misma del Creador.

La fe cristiana llega al punto de defender la centralidad de la persona, como templo del Espíritu Santo, por lo que «no conoce descartes, no conoce transacciones o trueques sobre la vida humana. No se puede, en nombre de mayores beneficios, exigir largas horas de trabajo que disminuyan la concentración, o considerar los seguros y las medidas de seguridad como gastos inútiles y pérdidas de ganancias».

Por eso, la salud y la seguridad en el trabajo es parte integral del cuidado de la persona. Para un empresario, para una empresaria, «es el primer deber y la primera forma de bien», subraya Francisco. La principal prioridad en el trabajo es cuidar y cuidarnos, «la vida no se vende por ninguna razón, y aún menos si es pobre, precaria y frágil».

En salida

En esta Jornada Mundial por el Trabajo Decente del 7 de octubre –y alrededor de esa fecha–, Iglesia por el Trabajo Decente, iniciativa promovida por Cáritas, CONFER, HOAC, JEC, JOC y Justicia y Paz se movilizan para reclamar un trabajo decente, para todos y en todo lugar, que no ponga en riesgo nuestra salud y seguridad laboral. «Somos seres humanos, no maquinaria, personas únicas y no piezas de repuesto. Y muchas veces, algunos trabajadores son tratados como piezas de repuesto», recuerda Francisco.

Una convocatoria que tendrá su desarrollo en las diócesis del país dónde tiene implantación la iniciativa, que llama a participar en los actos organizados en la calle, las plazas, las parroquias y en el seno de las comunidades para informar, sensibilizar, visibilizar esta realidad y para celebrar vigilias y eucaristías.

Reflexiona

¿Conoces la importancia que tiene para la Iglesia que «el trabajo sea para la vida» y, por tanto, la necesidad de que sea un lugar donde mantener una relación de cuidado?

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¿Participarías en un gesto público donde se visibilizará el problema de la siniestralidad laboral?

Recursos

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