El actual modelo social sigue sometiendo a las personas, especialmente a las mujeres

Este año, el Día internacional de la Mujer Trabajadora se celebra en un contexto de crisis sanitaria y económica global, que está machacando las expectativas vitales de las personas del mundo obrero y del trabajo hasta extremos insoportables. Y el colectivo de las mujeres es uno de los más afectados.

El tercer trimestre de 2020 se cerró con una tasa de paro femenino del 18,4% frente al 14,4% masculino (EPA). Pero los datos son espeluznantes entre los grupos de edad más jóvenes: la cifra de paro alcanza el 38,9% en las mujeres de entre 20 y 24 años.

A nivel global, según datos de Oxfam Intermón, el 58% de las personas en situación de vulnerabilidad laboral son mujeres; las mujeres ganan un 20% menos que los hombres, situación que ha ido agravándose desde el inicio de la pandemia; y el 64% de las personas trabajadoras con bajos salarios son mujeres.

La falta de políticas de igualdad en unos casos y de su puesta en la práctica real en otros deja al descubierto, ahora más que nunca, un sistema laboral que sigue sangrando a las mujeres. Así nos lo recuerda el Informe FOESSA, la bolsa de la economía informal no se refleja en estas cifras y por eso en ellas no se cuantifica a empleadas de hogar sin contrato, a temporeras de asentamientos, a cuidadoras domésticas.

Quiero poner de manifiesto especialmente la situación de las trabajadoras más pobres, muchas de ellas inmigrantes: empleadas de hogar, trabajadoras en empresas de servicios, en la economía sumergida… Una mención especial a las víctimas de trata con fines de explotación laboral. Mujeres en situaciones vulnerables, que se confían a proyectos engañosos en búsqueda de una mejora para su familia y se encuentran en un país extraño sin dinero ni documentación, explotadas y esclavizadas. Estigmatizadas por la sociedad y totalmente excluidas de los beneficios laborales.

La pandemia también ha favorecido la potenciación del teletrabajo, sobre todo a mujeres con cargas familiares a las que se ofrece una falsa conciliación familiar que rompe la relación laboral comunitaria, facilitando la individualización de la persona y la pérdida de las relaciones y apoyos laborales.

Estas situaciones no son fruto de la casualidad. Son las fórmulas por las cuales el sistema capitalista y patriarcal persigue perpetuarse, convirtiendo a las personas y sus familias al servicio de la rentabilidad económica, provocando empobrecimiento y deshumanización. Sí, esta economía mata. Esta realidad sufriente requiere de nuestra atención. Debe hacernos «reflexionar, denunciar, hacer oración» y actuar en consecuencia.

Nosotras, hombres y mujeres de movimientos de la Acción Católica especializada en el mundo obrero y del trabajo, vemos como el actual modelo social, político y económico, patriarcal y capitalista, nos sigue sometiendo a las personas y, especialmente, a las mujeres. Por todo ello, hacemos una llamada a la reflexión, la acción y el compromiso para lograr la igualdad entre mujeres y hombres en nuestra sociedad.

Queremos ser Iglesia encarnada en el mundo obrero y del trabajo, y nos comprometemos en ella, a recuperar y difundir el rostro materno de Dios y potenciar un cambio del paradigma cultural actual que posibilite un proyecto de humanización integral e igualitaria, un proyecto de vida que es el que Dios Madre y Padre quiere para todas y todos.

En salida

En medio de una larga pandemia, que ha agudizado la crisis económica de fondo, numerosas entidades y colectivos, entre las que se cuenta la HOAC y organizaciones católicas, sociales o sindicales… volverán a poner en primer plano, con creatividad y adaptándose a las medidas sanitarias oportunas, las grandes desigualdades e injusticias que pesan sobre las mujeres, pero también su compromiso por reconocer y promover los esfuerzos en favor de la igualdad de derechos y de una sociedad más equitativa.