
Nuestro mundo es un mundo dividido, enfrentado, sometido a particulares e inconfesables intereses egoístas, que incapacitan para apelar a un proyecto común. Esa división no es humana. Frente a ella, Jesús nos propone otra división, otra oposición, otro enfrentamiento que construye paradójicamente la unidad perdida, porque prioriza el Reino de Dios.
20º Domingo TO