Hemos estado toda la noche bregando. Nuestra experiencia militante puede ser esta en muchos momentos. También tenemos que tomar conciencia de ello. Nos hemos planteado la misión como si fuese cosa nuestra, como si dependiera de nuestras fuerzas, sin enraizar nuestra vida en la escucha de la Palabra, sin orar la misión. Nos hemos planteado así muchas veces la iniciación, la extensión, la evangelización. Nos quejamos de que nuestra Iglesia envejece y se vacía, pese a que no hacemos de puente para el encuentro con Jesucristo. Queremos peces sin mojarnos el culo.

Es el encuentro con Jesucristo, el recordar esa experiencia de amor que hemos vivido -y parece que hemos olvidado- y fiarnos de nuevo de su Palabra, lo que nos hace intentarlo de nuevo, no con nuestros criterios y saberes, sino con los de Dios; no en los lugares trillados, sino abiertos a la novedad de la acción del Espíritu. No solos, sino en comunidad. No como siempre hemos hecho, sino abiertos a la escucha del Espíritu en la vida de los empobrecidos. Es el encuentro con Jesucristo el que nos pone en la onda de su amor para realizar la misión, y el que hace de nuestra misión un camino de amor.

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