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Opinión | ¿Hay salida?

22 julio 2020 | Por

Opinión | ¿Hay salida?

Joaquín Sánchez | Consiliario de la HOAC de Murcia.

«Ya nada va a ser igual» o «nos han robado un año de nuestra vida» o «la vida de mis hijos ya no es la misma» son expresiones que se oyen con un sentimiento de un dolor profundo ante lo que está suponiendo la Covid-19 en la vida y en nuestras vidas. Demasiados rostros entristecidos, preocupados, con pensamientos negativos y angustia ante el futuro y una incertidumbre convertida en nerviosismo, en miedo, agresividad, sobre todo verbal, y en ansiedad. Los rebrotes aumentan nuestra angustia e incertidumbres, como muy bien dice Javier Ballesta. Hay que unirle la grave crisis social y económica que estamos viviendo, que empobrece a los de siempre; una pobreza que se suma a la pobreza ya existente previamente y que en nuestro país alcanzaba al 25% de la población.

Nuestra mirada tiene que ir más allá de nuestros entornos más cercanos y ver la situación en otras partes del mundo. En esa mirada descubrimos que, en muchos países empobrecidos, se ha decretado un confinamiento imposible de realizar, porque las personas comen cada día de lo que obtienen de su trabajo diario. Viven al día y, si no lo hacen así, se morirían de hambre y de sed. Sus hijos se morirían de hambre y de sed. Se le une la pandemia del hambre, que mata una 40.000 personas al día, muchos de ellos niños y ancianos. Estas cifras aumentarán como consecuencia de la Covid-19. Hay un dato que indica nuestra inmoralidad, y que aparece en el suplemento de La Verdad, publicado el domingo 5 de julio, y que afirma: «La ONU recibe cada dos años para luchar contra el hambre lo que EEUU y Canadá gastan en comida de perros y gatos en 7 días». Tremendo, terrible y que nos hace preguntarnos qué mundo hemos construido.

Una mirada que también tiene que ir dirigida hacia la naturaleza, hacia los ecosistemas, para ver lo que está ocurriendo con el planeta y es un cambio climático que nos amenaza, la contaminación y la reducción de la biodiversidad. Hay que tener presentes las voces que dicen que el deshielo de los polos y la desforestación de la Amazonía van a liberar nuevos virus. Estábamos advertidos de lo que está ocurriendo y no se hizo caso por la dichosa codicia humana de unos cuantos, que quieren inmensos beneficios en plazos inmediatos. La pregunta que nos hacemos es si hemos aprendido algo.

No podemos caer en esa tiranía de la felicidad
entendida como no sufrir, solo como placer

Ante este panorama, más que preocupante, nos tenemos que hacer una pregunta y es: ¿Hay salida? Creo que si solo deseamos que este virus pierda fuerza o la ciencia encuentra un tratamiento y una vacuna eficaz para volver de nuevo a todo lo anterior, volveremos, más tarde o temprano, posiblemente más temprano, a vivir situaciones de destrucción de la vida. ¡Claro que quiero que se encuentre un tratamiento y una vacuna eficaz! Pero volver de nuevo a la senda de la destrucción, de crear las condiciones sociales y ecológicas para que esas amenazas anunciadas se hagan realidad, de fragmentar el mundo, de usar y tirar a la gente, de fomentar una ideología de odio y exclusión, de acaparamiento, violencia y ambición, de indiferencia y complicidad, sería volver a repetir una historia con final no solo infeliz, sino injusto e inhumano.

Creo que hay salida, esperanza, pero condicionada a nuestros pensamientos, sentimientos, valores y comportamientos. Hay que ser constructores de ese otro mundo posible en humanidad, necesario para que la vida sea vida y urgente porque no podemos esperar más y, a la misma vez, deconstructores de ese mundo que nos lleva a un callejón sin salida o al abismo.

Nuestra salida pasa por aceptar que la vida es breve, frágil y que somos finitos. Tenemos que dotar a nuestra vida de sentido, descubrir el para qué de nuestra vida. No podemos caer en esa tiranía de la felicidad entendida como no sufrir, solo como placer y disfrutar lo máximo sin pensar en nada ni en nadie. Hay que saborear la vida desde la amistad y el amor. Nuestra vida tiene que dejar huellas, unas huellas de encuentro, de respeto a las personas, a las diferencias y a la diversidad. Dejar unas huellas que digan que me importa la vida y la dignidad de cada persona, que me importa construir un mundo desde los derechos humanos y los derechos de la naturaleza.

Hay salida y está en nuestras manos. No hagamos dejación de nuestra responsabilidad.

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Artículo publicado en el diario La Verdad, 21/07/2020

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