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Abrir una nueva etapa

12 julio 2018 | Por

Abrir una nueva etapa

La actual legislatura, con el Gobierno de Rajoy, se ha caracterizado por la paralización y el bloqueo de iniciativas, sin avanzar en la respuesta a ninguno de los problemas de nuestra sociedad. También por la corrupción y la negación de lo evidente en que sigue instalado el PP, incluso después de sentencias judiciales meridianamente claras. En este contexto, son perversos algunos discursos, tanto del Partido Popular como de Ciudadanos, que intentan deslegitimar los procedimientos democráticos cuando no responden a sus intereses partidistas. Afirmaciones como «quieren lograr en los despachos lo que no han logrado en las urnas», «gobierno Frankenstein» o «que hablen los españoles en las urnas»…, ignoran malintencionadamente un principio esencial de las democracias parlamentarias: es el Parlamento el que elige, legítimamente, al Gobierno. Pero lo más grave de todo es la incapacidad de hacer frente a las crecientes desigualdades, a las necesidades de los empobrecidos, a la profunda precarización de la vida que destroza a tantas personas y familias. Todo ello mina la democracia, corroe la política institucional y extiende el desprestigio de la actividad política.

Con el nuevo Gobierno del PSOE estamos en una nueva situación. Que con ello se abra una nueva etapa que cambie algo está por ver. No pasa de ser una oportunidad que puede aprovecharse. Sería muy preocupante que no fuera así, porque necesitamos abrir un nuevo periodo en la política institucional. Que pueda ser así, además de tener los pies en el suelo para no dejar de hacer lo que sí es posible hacer, creemos que pide dos cosas en las que el papa Francisco insiste siempre que se refiere a la actividad política desde la perspectiva de la dignidad de la persona y el bien común. La primera es crecer en capacidad y voluntad de diálogo para afrontar de verdad la situación de los empobrecidos. La segunda, pensar a largo plazo para abrir procesos que busquen transformar de verdad nuestra sociedad.

Así lo expresa Francisco: «¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! (…) ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!» (Evangelii gaudium, 205). «Siempre somos más fecundos cuando nos preocupamos por generar procesos más que por dominar espacios de poder. La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo». «Necesitamos una política que piense con mirada amplia y que lleve adelante un replanteo integral (…) Muchas veces la misma política es responsable de su propio descrédito, por la corrupción y por la falta de buenas políticas públicas» (Laudato si’, 178 y 197).

Esto supone afrontar dos problemas que tienen todos los partidos políticos: el considerarse mejores que los demás, con lo que el diálogo y el acuerdo no es posible porque no se escucha; y el cortoplacismo y el constante cálculo electoral, que imposibilitan abrir procesos y construir proyectos sociales de futuro. Si esta dinámica no se invierte, nada cambiará.

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