Milagros Villamarín | Un programa financiado por el Fondo de Solidaridad Internacional de la HOAC persigue formar en liderazgo a los miembros de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) de las islas del océano Índico.

Madagascar es uno de los países del mundo con mayor tasa de pobreza y desempleo. La gente joven no tiene muchas oportunidades, porque no está extendido el acceso a la educación y la delincuencia es, en ocasiones, la vía que encuentran para sobrevivir. En Islas Mauricio, a pesar de ser un lugar muy turístico turístico, el desempleo juvenil ha llevado a la juventud a recurrir al tráfico de drogas como fuente de ingreso. En Isla Rodríguez, el paro ha expulsado del país a muchas personas jóvenes que, en su periplo migratorio, ven socavados sus derechos.

En estas realidades desarrolla su acción la JOC, acompañando la vida de estudiantes con empleos a tiempo parcial, sin educación formal, con trabajos precarios o en desempleo. Profundizando en esas situaciones para tener un conocimiento más intenso y poder, desde ahí, actuar para transformar lo que les rodea.

En ese proceso de transformación social, es muy importante la formación de liderazgos que asuman responsabilidades personales y colectivas para afrontar estos retos. Sobre todo, teniendo en cuenta la escasa organización que existe en los grupos locales y la falta de tiempo para el compromiso por la mencionada precariedad laboral y los matrimonios tempranos.

La Coordinadora Internacional de la Juventud Obrera Cristiana (CIJOC) ha podido llevar a cabo un programa de formación en estas tres islas del Océano Índico gracias a las aportaciones del Fondo de Solidaridad Internacional de la HOAC. El desarrollo estratégico de la comunicación, incluidas las posibilidades que nos ofrecen las redes sociales; el diseño de planes de acción para animar a la participación en las estructuras y en los procesos de toma de decisión; o la planificación financiera, que se concreta en la elaboración de presupuestos, han sido algunas de las acciones formativas más destacadas.

La misión también era la de identificar líderes que, con las herramientas y el aprendizaje adecuados, puedan ayudar a formar a otras personas jóvenes en sus regiones. Porque la reflexión y toma de conciencia sobre la realidad socioeconómica es condición necesaria para cambiarla; pero sin formación, organización y planificación estaremos perdiendo capacidades para hacerlo.

«Los y las jóvenes trabajadoras no son esclavos, animales ni máquinas. Tienen la dignidad que les da ser hijos e hijas de Dios», ese es el apostolado en el que cree y que desarrolla la JOC. Por eso, cuando compartimos nuestros bienes, cuando ponemos la solidaridad en el centro de nuestra vida y aportamos al Fondo Internacional de Solidaridad, veamos detrás del valor monetario a una persona joven que podrá formarse, compartir experiencias y ser testimonio de su fe cristiana en el mundo del trabajo.