Iglesia >> ,

Solo el amor nos hace auténticos

25 octubre 2017 | Por

Solo el amor nos hace auténticos

Fernando Díaz Abajo | En estos tiempos en que parece que hemos renunciado a la «verdad», a buscarla, a encontrarla, a vivir en ella, los evangelios que la Iglesia nos propone los domingos de octubre son una llamada insistente por parte de Jesús a vivir las actitudes básicas de nuestra condición humana, especialmente la autenticidad, la coherencia, la verdad, la justicia, el amor.

Nuestro mundo nos instala en una manera de vivir que se conforma con las «verdades» que cada quien nos inventamos, elevadas a la categoría de absoluto. En el fondo hemos encontrado un camino que nos justifica. Nos debemos a nuestra verdad particular y, con ella, estamos a salvo de vivir con verdadera autenticidad y coherencia nuestra vida. No estamos sometidos a la exigencia de la Verdad (con mayúsculas), a pesar de que es la única que, de verdad, nos humaniza. Una Verdad que solo se puede acoger y vivir en libertad. Así nos hizo Dios: capaces de responder con libertad, pero con la autenticidad de asumir las consecuencias de nuestras opciones.

Para cumplir la voluntad del Padre lo decisivo no son los discursos, sino la coherencia de vida que se plasma en actitudes vitales y que se realiza en los actos consecuentes de cada día (Mt 21, 28-32) ¿Nuestra vida se derrama en palabras vacías, o es una vida entregada a la búsqueda del Reino de Dios y su justicia?

La autenticidad de nuestra vida se muestra en actitudes y prácticas. Buscar el reino de Dios supone la conciencia de saber que no somos los propietarios, no somos los amos del pueblo de Dios. (Mt 21, 33-43) Por eso no es a nosotros a quien predicamos, ni anunciamos nuestras ideas o proyectos. Es la Buena Noticia de Dios la que estamos llamados a anunciar con una vida auténtica que alumbre una nueva humanidad fraterna. Si nos creemos los dueños, y no los enviados, acabaremos por matar al Hijo, y querer ocupar su lugar. ¿Qué y a quién anuncia nuestra vida?

La base de esa vida posible es la escucha permanente de la llamada, de la invitación constante de Dios a acoger su proyecto. Muchos han decidido no escuchar esa llamada (Mt 22, 1-14) y seguir cerrados en un «monólogo perpetuo consigo mismos». Es necesario que nuestra presencia en la vida, compartiendo la existencia con nuestras hermanas y hermanos se transforme en apostolado; en hacernos portadores de la invitación de Dios, creando ámbitos de diálogo, de encuentro, entre las personas, para que puedan escuchar de manera sencilla la invitación gozosa que se proclama en el Evangelio. Al banquete del Reino se invita a todos. No es una fiesta elitista y exclusiva. Dios no excluye a nadie. Nos manda a los cruces de los caminos a hacer llegar su oferta de salvación a todos.

Entrar en el Reino supone que nuestra vida en su totalidad y la de nuestras hermanas y hermanos no estén sometidas a ningún César de este mundo, a ningún poder deshumanizador. Especialmente la vida y la dignidad de los pobres. Ellos sí son de Dios ((Mt 22, 15-21) La vida solo es para Dios. Vivir así exige de los seguidores de Jesús autenticidad, coherencia… pero, sobre todo, amor (Mt 22, 34-40). No olvidemos lo esencial: el Reino se construye cuando vivimos apasionadamente el amor de Dios y amamos compasivamente a los hermanos.

faldon portada y sumario

tantoportanpoco560-05

faldonsumario2-02

Revista TU!

Acceso a la suscripción.
■ Edición digital www.hoac.es/tu

Nuevo libro

Ultimo cuaderno

Redes Sociales

Instagram


© 2024 HOAC.

| Diseño original | DET | Adaptación de ACF | Desarrollado con WordPress | CM/Admo