Creían en aquel Hombre, y eso era un principio de fe («poca fe» les dice Jesús en la tempestad apaciguada), y poca esperanza que no iba más allá de un mesianismo que había de implantar el imperio de Israel. Y por encima de todo, le amaban. Eran, en suma, una fe, una esperanza y una caridad elementales, pero necesarias para llegar a la Fe, la Esperanza y la Caridad teologales (Rovirosa, OC. T.I. 462).
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