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Diseño al servicio de la inclusión y el desarrollo

24 julio 2017 | Por

Diseño al servicio de la inclusión y el desarrollo

Sara Sánchez Castelló | Como alumna del Grado en Ingeniería de Diseño Industrial y Desarrollo de Productos de la Universitat Jaume I de Castellón elegí, de entre los tres itinerarios propuestos, el de Diseño Creativo y Experimental, que incluye la asignatura de Desarrollo Inclusivo. El propósito es contribuir a que los productos que usamos en la vida cotidiana, en el día a día, estén al alcance de todos, incluidas las personas con diversidad funcional.

La ONG DEXDE, Design For Development, una asociación sin ánimo de lucro, fundada por tres personas dispuestas a mejorar la vida de las personas que más lo necesitan a través de sus conocimientos de diseño se había puesto en contacto con la universidad para participar en el Seminario Permanente de Innovación Educativa en Ingeniería y Responsabilidad Social (SPIE) de la universidad pública de Castellón.

Me gustó mucho lo que contaban, quería hacer mi trabajo de fin de grado enfocado en la diversidad funcional. Si, además, podía estar enmarcado en la cooperación, todavía mejor. Con mis profesores, y con la ONG planificamos la financiación y el viaje.

En 2014, los y las integrantes de esta ONG habían contactado con seis mujeres con discapacidad de Kolda, en Senegal. Desde entonces, apoyan a grupos de producción artesanal destinada preferentemente al mercado local pero también al comercio justo. Buscaban rediseñar unas máquinas de coser para adaptarlas a personas con discapacidad motora en las piernas.

Estuve en la región de Casamance, en un pueblo llamado Oussouye, al sur de Senegal. Es un pueblo muy bonito, de unos 7.000 habitantes. Es una a de las zonas más verdes y tiene la costa al lado. Hay pobreza junto a gente que vive muy bien, sobre todo extranjeros, franceses. Toda la familia, primos, abuelos…, vive junta en casas muy grandes.

Hay luz y agua potable. Tienen una calle principal con muchos comercios. La vida en la ciudad no es tan mala como en los poblados cercanos. Se preocupan poco por su propia seguridad. Los coches están destrozados, las yakartas, moto-taxis, van a toda velocidad con cinco personas encima.

En Oussouye se encuentra el grupo Kalamissoo, en la que están involucradas 22 mujeres. Tienen gran tradición en la elaboración de cestas a partir de la hoja de palma, además con un nudo que es diferente al del resto del país. Gracias a las ONG, la han estudiado y analizado. La hoja tiene una película impermeable, hay que lijarla para que pueda absorber la tinta, pero luego queda muy bien. Han empezado a trabajar el textil. Con telas, hacen bolsos, mochilas, productos dirigidos a la mujer.

Las mujeres del grupo tienen alguna discapacidad funcional, debido a accidentes, infecciones, malformaciones congénitas y, sobre todo, la polio. Algunas pueden moverse con apoyos o arrastrándose y otras utilizan sillas de ruedas. Muchas vienen de los poblados de al lado, en sillas de ruedas. Son tres o cuatro kilómetros. Los transportes públicos no están adaptados, ni las carreteras preparadas.

Contaban con máquinas de coser Singer, chinas, las más baratas. Funcionan con una manivela que hay que mover con la mano. Es importante, para tener un mejor acabado, que las dos manos hagan de guías en la tela, por la parte que vas a coser, sujetándola y acompañando la zona por donde pasa la aguja.

La ONG tenía presupuesto para comprar nuevas máquinas, aunque gracias a la colaboración pensaron que era mejor invertir, al menos parte, en adaptar algunas viejas. Necesitaban que el movimiento de rotación de la manivela fuera automático. El problema era el peso de la manivela, necesitábamos un movimiento de rotación externo, unido a un eje, muy potente. Tras la investigación preliminar pensé que podía conseguir el movimiento a través de aire comprimido, pero en el terreno me di cuenta de que no era viable. Hacía falta un gran motor, una gran instalación. Además, allí se va la luz varias veces al día, por lo que tampoco era una buena solución convertir todas sus máquinas en eléctricas. Al final de cinco máquinas, adapté dos, una para las que trabajan en el suelo y otra para estar en una silla.

En Senegal hay un gran mercado de motores adaptados para máquinas de coser. Al final adaptamos uno. Lo que más nos costó fue adaptar el pedal. Muchas trabajan con las piernas. El pedal era muy sensible: si apretaban mucho se disparaba y si aflojaban apenas se movía la manivela. Para poder controlar mejor la presión, fabriqué un pedal con una superficie de contacto con la pierna más grande.

No habían visto nunca una máquina eléctrica y ver que la manivela iba sola les sorprendió. Me emocioné al ver sus caras. Fue muy bonito, te lo agradecían hasta con la mirada, en sus ojos había un brillo muy especial. Ver sus caras de ilusión no tiene precio. Ahora podrán mejorar sus acabados, producir más en menos tiempo y con menos esfuerzo. Les será más cómodo coser.

Fue un mes y medio, que pasó volando, aunque conseguir todo lo que hacía falta resultó muy lento. Me hicieron sentirme como una más. Me ofrecían todo lo poco que tenían, desprendían mucho cariño, mucho agradecimiento. Son muy educadas y muy cordiales. Me trataron con familiaridad y cercanía.

Los occidentales pensamos que nuestro granito de ayuda, muy poca cosa, la verdad, en comparación con la ayuda y cooperación que necesitan, no sirve. Pero si nos enfocamos en una ayuda concreta, en estas mujeres por ejemplo, como es mi caso, se pueden conseguir cambios de verdad. No aspiraba a salvar África entera, es imposible, pero sí a ayudar en lo que está en mi mano. Si todos pensáramos así, entonces, sería más fácil.

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