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«La perspectiva antropológica de la Iglesia tiene mucho que decir sobre el futuro del trabajo»

07 octubre 2016 | Por

«La perspectiva antropológica de la Iglesia tiene mucho que decir sobre el futuro del trabajo»

Conversamos con el director de la Oficina de la OIT en España, Joaquín Nieto, para abordar cuestiones tan preocupantes como el déficit de empleo decente en nuestro país, el debate abierto sobre el futuro del trabajo –con el que esta revista se ha comprometido, cuestión que saluda y agradece– y la necesidad de que la visión de la Iglesia se haga presente en ese diálogo global.

¿Qué papel ha desempeñado la oficina de la OIT para España en los últimos tiempos?

Tiempos difíciles, ciertamente, para el empleo y el trabajo decente. Desde la OIT hemos tratado de aportar una visión para afrontar la crisis desde la perspectiva de los derechos contemplados en las normas internacionales del trabajo, la mayoría de ellas ratificadas por España. La OIT tiene entre sus funciones, no solo la aprobación y elaboración de las normas internacionales del trabajo y el seguimiento de su aplicación, sino también analizar las tendencias sociolaborales y ofrecer asesoramiento técnico a sus mandantes o constituyentes, que son los gobiernos y las organizaciones sindicales y empresariales. En España con todos ellos venimos colaborando.

Con el Gobierno la principal colaboración, aunque no la única, se ha centrado en dar soluciones a la crisis del empleo juvenil con una asistencia técnica para ayudar a implementar la garantía juvenil europea. Con los sindicatos venimos desarrollando, por ejemplo, actividades formativas y de asistencia para canalizar las quejas y reclamaciones conforme a procedimiento, quejas que se han incrementado debido a las reformas laborales que han creado una gran controversia y los numerosos procedimientos penales abiertos contra huelguistas. Con las organizaciones empresariales colaborando, junto a Pacto Mundial, para facilitar que el sector privado asuma sus potencialidades y compromisos derivados de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
También elaboramos un informe sobre la situación española con recomendaciones dirigidas las políticas de empleo y de protección social desde un enfoque de recuperación del diálogo social, muy debilitado con la crisis.

Con todos ellos y con todas las fuerzas parlamentarias para avanzar hacia la ratificación de los convenios OIT pendientes, especialmente el Convenio 189 sobre trabajo doméstico, el 188 sobre pesca y el Protocolo sobre la erradicación del trabajo forzoso.

¿Cuál es la perspectiva de la OIT sobre los cambios normativos en materia laboral que se han producido en España?

Como decía, las reformas laborales han sido muy controvertidas. Los agentes sociales también se han lamentado, a veces en común y a veces por separado, de la ausencia de diálogo social. La labor de la OIT, que es la única agencia de Naciones Unidas que además de los gobiernos, reúne en su seno a la sociedad civil, es decir a sindicatos y organizaciones empresariales, tiene el mandato de promover el diálogo social y es en las situaciones de crisis cuando más necesario es el diálogo social, pero también cuando es más difícil mantenerlo y tiene más riesgo de desaparecer incluso cuando remite la crisis y empieza la recuperación. No es posible ningún progreso en los derechos de los trabajadores y en la aplicación de las normas internacionales del trabajo en ausencia de diálogo social. Estamos asistiendo a una recuperación económica sin recuperación social. La única manera de que activar la recuperación social es a través de un diálogo social que ponga las políticas sociales en el lugar que merecen. Nuestra labor es facilitar este marco. Aunque entendiendo que la Oficina de la OIT no es un actor social o político, sino la modesta representación diplomática de una organización internacional en España.

España crece en términos de PIB, pero no hay recuperación en la creación de empleo decente. ¿Tenemos que acostumbrarnos a esto?

Este desequilibrio no puede ser muy duradero La única manera de mantener una recuperación económica sostenible es que haya recuperación social, más aun teniendo en cuenta las características de la crisis española y la configuración de su modelo productivo.

La situación internacional está llena de incertidumbres y si España no consigue reactivar la demanda interna puede verse de nuevo en graves problemas económicos. La recuperación social vendrá no solo por el empleo, sino también por los salarios. La devaluación salarial en su conjunto ha sido tan potente que actúa como un lastre para la recuperación. Ahí están los índices de pobreza, que rondan el 30% de la población, mayor en los jóvenes y aún mayor en términos de pobreza infantil. Reducir esos índices de pobreza debe ser una prioridad económica, no solo un deber de justicia social. Lo peor es que muchos de los pobres son trabajadores a tiempo parcial e incluso a tiempo completo. Para ello, para resolver la situación habrá que subir significativamente el salario mínimo. Las mejoras de productividad en la economía española dan un amplio margen que permitirían esa subida sin efectos adversos.

Aunque la asignatura pendiente es el modelo productivo. El anterior modelo, basado en un peso excesivo de la edificación y el turismo, ha fracasado. España no está condenada a depender de un modelo así, que fracasaría de nuevo. Tiene, por el contrario, un extraordinario potencial de transformación hacia otro modelo diferente, más moderno y diversificado y ambientalmente más sostenible. Su sector industrial, se ha comportado bien en la crisis, como se puede observar en las exportaciones. Este sector está llamado a renovarse por razones climáticas y energéticas. Otro sector que se ha mantenido ha sido el agroalimentario, que tiene todavía un amplio margen de modernización y mejora, en particular la oferta de productos ecológicos con un enorme potencial de desarrollo.

Tal vez el vector más importante de estos cambios sea el de la transición energética, que arrastra cambios en todos los demás sectores, desde el transporte a la edificación, y donde la posición geográfica y tecnológica española es excepcionalmente positiva, particularmente en el campo de las energías renovables, pero requiere políticas que la acompañen.

Hay áreas geográficas en las que la modernización industrial se ha ido haciendo con resultados positivos, como en el País Vasco, con una industria con gran valor añadido, internacionalizada, y un importante nivel capacitación profesional. Es una pista. En el campo biomédico la ubicación española no es mala y las posibilidades inmensas.

Hay nichos nuevos, como la atención a las personas dependientes, que configuran todo un sector industrial y de servicios cuyo futuro está por descubrir.

Un nuevo modelo productivo implica también más empleo, con empleos mejor cualificados, más estables y mejor remunerados.

España tiene sin ratificar 22 convenios y protocolos de la OIT. ¿Qué reticencias existen para no firmar los últimos, en especial el relacionado con el trabajo decente de las empleadas de hogar?

España es uno de los países, sino el que más, con más convenios de la OIT ratificados, lo que ha contribuido a la configuración del cuerpo jurídico laboral, que es de derecho y garantista. Están pendientes las ratificaciones de las últimas normas, antes mencionadas, pero la perspectiva es que sean ratificados en breve.

La adopción en 2011 del convenio 189 sobre trabajo doméstico fue votada a favor por España. Eso influyó en que unos meses después se hiciera la gran reforma del sector, con la incorporación de las empleadas de hogar al régimen general de la Seguridad Social. Algo que se hizo a demanda de las organizaciones sindicales en el marco de las negociaciones de la reforma de las pensiones. La consecuencia fue muy positiva. Inmediatamente la afiliación de las trabajadoras del hogar se vio incrementada y se extendieron los derechos de este colectivo. En la legislatura 2011-2015, el total de todas las afiliaciones a la Seguridad Social creció tan solo en 70.000 personas. Sin las 140.000 afiliaciones nuevas de las empleadas de hogar, la afiliación general habría caído. A partir de 2013 ese impulso se ha estancado y hace falta uno nuevo, porque sigue habiendo un 30% de empleadas de hogar que trabajan pero que no cotizan, ni ellas ni sus empleadores. La ratificación del convenio 189 daría ese nuevo impulso. Sería muy conveniente hacerlo ya mismo, en cuanto haya nuevo Gobierno, sea el que sea y cuando sea. Entre otras ventajas, con la ratificación las empleadas del hogar podrían conseguir el derecho al desempleo, dejando de ser el único colectivo laboral que no lo tiene.

El convenio 188 sobre el trabajo en el mar también está maduro para su ratificación. La UE se ha mostrado favorable. En este caso, hubo un acuerdo muy importante a nivel europeo entre trabajadores y empleadores, que no solo plantea su ratificación sino una directiva europea. El proceso está muy avanzado. La representación española, tanto sindical como empresarial, fue muy activa en ese proceso, hasta el punto de ser los artífices del mencionado acuerdo. Quedan por resolver algunas cuestiones menores, pero que no tendrían por qué obstaculizar su ratificación.

El otro instrumento, también muy avanzado, está relacionado con el trabajo forzoso. De hecho, completaría los avances en materia de lucha contra la trata de personas, tras la adopción de planes y medidas por parte del Gobierno y Parlamento para combatir la trata para explotación sexual Este protocolo añade dos cosas a la legislación actual: debe haber un plan nacional y debe considerarse la protección a las víctimas. Sobre ambas cuestiones hemos encontrado una amplia receptividad en las instituciones competentes.

Ante el déficit de empleo decente que algunos consideran ya como algo estructural y la emergencia de las necesidades de protección y de cuidado, surgen propuestas como los sistemas de rentas o el reparto del empleo. ¿Cuál es la opinión de la OIT al respecto?

Hay que gestionar y gobernar adecuadamente las transformaciones en el mundo del trabajo, con reducción de la brecha salarial, con conciliación de la vida laboral y familiar, atendiendo a la dependencia y con políticas de protección social en su conjunto. La OIT defiende la defensa y extensión de los sistemas de protección social con coberturas amplias y universales.

La gente se gana la vida trabajando y para que lo pueda hacer decentemente tiene que haber un empleo y un salario decente. Para las situaciones en que las personas no se puedan ganar la vida trabajando, porque no hay trabajo y están desempleadas, porque son demasiado pequeñas o demasiado mayores para trabajar, porque estén enfermas o en situación de maternidad, la sociedad debería dar una cobertura. Eso es la protección social. Pero solo el 20% de la población mundial tiene acceso a un sistema de protección social. El 80% solo tiene una cobertura parcial para casos determinados y el 50% de la población no tiene ninguna cobertura. La OIT ve prioritario el establecimiento de niveles básicos de protección social, es lo que se llama el piso de protección social. Es ese nuestro empeño.

Ahora bien, la mejor fórmula contra la pobreza es crear empleo y mejorar el salario. Las propuestas que quieran eludir la mejora del salario mínimo tendrán un efecto, como poco, limitado aunque puedan arreglar algo parcialmente. La gente que está trabajando se tiene que poder ganar la vida con la remuneración de su trabajo. Tanto los trabajadores por cuenta ajena como los autónomos, que sufren un porcentaje mayor de pobres que los asalariados.

¿En qué consiste la iniciativa «El futuro del Trabajo» que ha impulsado la OIT y a la que esta revista se ha sumado? ¿Qué pasos se están dando?

La OIT va a cumplir 100 años en unos tiempos de gran incertidumbre. Pero también con la agenda de transformación colectiva más importante que haya habido nunca, como son los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Uno de los campos más afectados por estos cambios es el trabajo. En este contexto el director general de la OIT ha lanzado la «Iniciativa sobre el Futuro del Trabajo». El mandato funcional de la OIT, de justicia social y de derechos laborales mínimos para todo el mundo a través de un diálogo social tripartito, se tiene que adaptar a los tiempos. Lo primero es comprender cómo va a ser esa evolución para que esos cambios se produzcan en un contexto de justicia social con derechos laborales.

El debate fundamental es el trabajo y las personas, cuál es el rol del trabajo en la vida de las personas. Seguimos defendiendo la idea de la declaración de Filadelfia de la OIT que considera que el trabajo no es una mercancía, porque son personas quienes lo realizan. Similar al planteamiento de la Iglesia, quien desde la antropología del trabajo ubica a las personas en el centro de la relación laboral.

El director general de la OIT ha enviado una comunicación a todos los países para organizar el debate de manera tripartita por cada país, invitando no solo a los miembros sino también a las universidades, las ONG y todos los expertos que tienen algo que aportar. En España ya hemos avanzado con la constitución de una Comisión tripartita sobre «el Futuro del Trabajo» para favorecer este diálogo.

El objetivo del trabajo decente ha sido asumido por la Iglesia, tanto en sus declaraciones oficiales como dentro de la agenda de no pocas instituciones eclesiales. ¿Cree necesaria la participación de la Iglesia también en el debate sobre el futuro del trabajo?

Quiero agradecer la iniciativa y el compromiso de la Iglesia en torno al trabajo decente. Abre una vía de colaboración con mucho recorrido. De hecho la Oficina de la OIT en España tiene puentes con la Iglesia sobre esta agenda, incluida la Conferencia Episcopal Española.

La oficina no circunscribe su relación a las organizaciones de la Iglesia comprometidas con la agenda, sino que pensamos que es una agenda de toda la Iglesia, también de su jerarquía. Tenemos un gran aprecio por el clima de apertura actual en toda la Iglesia y tengo que agradecer la invitación a participar en la presentación del libro conmemorativo de los XX años de la Pastoral Obrera.

Al debate sobre el futuro, por supuesto, están invitadas, junto a la HOAC, las asociaciones activas en «Iglesia por el Trabajo Decente». No queremos que se inhiban porque tienen mucho que decir en este debate, no solo en términos de justicia social, que ya lo ha venido haciendo. En la propia constitución de la OIT hay una cierta influencia de la idea de justicia social emanada del pensamiento de la Iglesia. También tiene mucho que contribuir sobre el rol del trabajo en nuestras sociedades y en las personas. La perspectiva de antropología del trabajo que aporta la Iglesia es de una profundidad muy estimable. Saludamos los tiempos de una Iglesia que ahora, con los vientos que vienen de Roma, parece que tiene una mayor atención a esa realidad social que es el trabajo, mayor compromiso por el trabajo decente, y una mayor preocupación por la sostenibilidad.

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