En el año 2000, con motivo del Jubileo de los Trabajadores, Juan Pablo II hizo un llamamiento en favor de una coalición mundial en defensa del trabajo decente, apoyando así la iniciativa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Toda la Iglesia debe implicarse en este empeño, pues la afirmación de la dignidad de la persona en el trabajo es misión propia de la Iglesia en razón de su fidelidad a Cristo en los pobres (Laborem exercens, 8). Benedicto XVI (Caritas in veritate, 63) reafirmó ese mismo planteamiento, subrayó lo que significa el trabajo decente para personas, familias y sociedad. Y destacó el valor central del trabajo digno para construir una sociedad fraterna. Francisco insiste constantemente en la importancia decisiva de la dignidad del trabajo y del trabajo digno para la realización de la dignidad humana, la lucha contra la pobreza y la configuración de una sociedad que, con el trabajo de las personas, cuide la vida de todos y la casa común, realizando así la vocación humana (Laudato si’, 128). También los obispos españoles (Iglesia, servidora de los pobres, 32) han subrayado que lograr un trabajo digno debe ser empeño de todos, empeño que reclama la implicación activa de las comunidades cristianas, en razón de la caridad y la justicia.
La Pastoral Obrera, y en ella movimientos apostólicos de Acción Católica como la JOC y la HOAC, llevamos muchos años en el empeño de afirmar la dignidad del trabajo y el trabajo digno, desde la perspectiva del Evangelio, como un asunto esencial para personas y familias. Pero queda aún mucho para que se entienda y se viva así en nuestra sociedad y en el conjunto de nuestra Iglesia. Para avanzar en esa dirección, en 2015 impulsamos la iniciativa «Iglesia por el trabajo decente» junto a otras realidades eclesiales como Cáritas, Confer, Justicia y Paz, JEC y JOC. Con motivo del 7 de octubre, Jornada Mundial del Trabajo Decente impulsada por la OIT y el movimiento sindical internacional, «Iglesia por el trabajo decente» promueve, organiza y convoca, por segundo año consecutivo, diversas actividades públicas en todas las diócesis de España, desde vigilias de oración y celebraciones, pasando por charlas, mesas redondas, hasta concentraciones y otras actividades en calles y plazas. Son gestos públicos en el empeño cotidiano y permanente por extender en la sociedad y en la Iglesia la defensa del trabajo decente.
El trabajo decente sintetiza aspiraciones fundamentales de personas y familias trabajadoras. Para «Iglesia por el trabajo decente», defenderlo hoy significa poner en el centro a la persona, rompiendo la lógica inhumana de pensar y organizar el trabajo solo desde la rentabilidad económica; plantear el sentido y el valor del trabajo humano más allá del empleo; distribuir éste de forma justa y reconocer socialmente todos los trabajos de cuidado necesarios para la vida humana; luchar por condiciones dignas de empleo, por la afirmación de los derechos de las personas en él; articular de forma humana trabajo y descanso; defender los derechos sociales y desvincular derechos y empleo. En definitiva, es hacer efectiva la convicción de que el trabajo digno es esencial para la realización de las personas y de las familias y para una sociedad decente. ¡Damos gracias por todas las personas y organizaciones que han luchado y luchan por afirmar en la práctica la exigencia irrenunciable de trabajo decente!
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