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Empresas verdes

26 abril 2016 | Por

Empresas verdes

Araceli Caballero | A estas alturas de la película sabemos que en la construcción de un mundo sostenible, como cantaba Luís Pastor, «no hay suplentes». No solo no sobra nadie, sino que hace falta la participación de todos.

También de las empresas, cuya responsabilidad en la salud ambiental es fundamental, no sólo cumpliendo el undécimo mandamiento («no molestar»), no solo minimizando su impacto ambiental, sino contribuyendo activamente a la sostenibilidad.

Desde que este color se puso de moda como argumento de venta, los ecologistos han crecido como setas, pero no es tan fácil ser verde. Aquí también obras son amores.

¿En qué se nota el verdor de una empresa? Según la Fundación Biodiversidad, merece tal calificativo toda iniciativa empresarial que contribuya a:

  • Descarbonizar la economía y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
  • Reducir el consumo de energía, materias primas y agua mediante estrategias de eco-eficiencia.
  • Evitar o minimizar la generación de contaminación y fomentar la reducción, reutilización o reciclaje de residuos.
  • Poner en el mercado productos diseñados para minimizar su impacto ecológico a lo largo de su ciclo de vida.
  • Poner en valor los recursos naturales de un territorio fomentando su aprovechamiento sostenible.
  • Conservar y restablecer la biodiversidad (especies, espacios y ecosistemas).

Podría también hablarse de sectores de actividad más propicios que otros, como energía, gestión ambiental, agricultura ecológica, turismo y urbanismo, cuidados y servicios sociales, etc., pero ser verde exige bastante más que el producto y el modo de producción. ¿Qué pasa con la gestión, la organización del trabajo, las condiciones laborales, la inserción en el territorio y tantos otros factores que hacen que su contribución a un medio ambiente sano sea positiva?

Nuestro modelo productivo no es precisamente un ídem en estos requisitos. Más bien se basa en socializar los costes (contaminación prácticamente gratis de bienes comunes, como el agua o el aire) y privatizar los beneficios, de manera que la creación de empresas ambientalmente responsables supone en este sistema un arduo reto que requiere el compromiso de los poderes públicos y de la sociedad en su conjunto. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en necesario un enfoque integral, basado en tres elementos «que se refuerzan mutuamente: crear las condiciones idóneas para que las empresas sostenibles prosperen y creen empleos; estimular a los empresarios para que cumplan con sus ambiciones en lo relativo a la creación de empresas, y fomentar lugares de trabajo sostenibles y responsables que combinen una mayor productividad y menos emisiones ambientales con mejores condiciones de trabajo y relaciones laborales».

La sociedad en su conjunto, claro está, nos incluye a la ciudadanía de a pie, que tenemos un gran papel informándonos, comprometiéndonos con las empresas más verdes, apoyando y, llegado el caso, creando verdor empresarial.

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