Eduard Ibáñez* | Se han cumplido diez años desde que un grupo de organizaciones y movimientos cristianos de la archidiócesis de Barcelona decidimos crear un espacio permanente de coordinación y reflexión en torno al hecho migratorio: la Plataforma d’Entitats Cristianes amb els immigrants.

Vale la pena recordar que a principios del siglo XXI se comenzó a producir una gran entrada de inmigración extranjera en Cataluña, sobretodo extracomunitaria. Los estudios evidencian un incremento de un millón de personas de nacionalidad extranjera en Cataluña entre 2000 y 2009, para una población total de 7,5 millones. Naturalmente esto ha supuesto un enorme impacto en la sociedad y un reto extraordinario. A la vez, ello ha tenido una seria repercusión en la vida y la misión de la Iglesia, y obligaba a una gran reflexión.

Ahora bien, el detonante para llevarnos a establecer un espacio de acción común fueron los encierros de diversos colectivos de personas sin papeles en varias iglesias de Barcelona que tuvieron lugar entre 2002 y 2005, antes los cuales se produjeron posicionamientos públicos no siempre coincidentes entre algunas entidades o comunidades católicas.

Por ello, en otoño de 2005 comenzamos a reunirnos regularmente representantes de una veintena de entidades muy diversas: Entidades de acción social como Cáritas, la Unión de Religiosos de Cataluña, congregaciones y comunidades religiosas, movimientos de Acción Católica, la Fundación de la Escuela Cristiana, organizaciones como Justicia y Paz, Cristianismo y Justicia o las delegaciones diocesanas de Barcelona de pastoral social y pastoral obrera, entre otras, e invitando también a organizaciones y comunidades de ámbito evangélico y ortodoxo.

Desde el primer momento nos marcamos un triple objetivo. En primer lugar, constituir una red de solidaridad, intercambio de información y coordinación, especialmente frente a situaciones concretas inesperadas o conflictivas ante las que fuese necesario reaccionar como entidades cristianas. En segundo lugar, con una visión más a largo plazo, crear un espacio permanente para reflexionar de forma conjunta, desde nuestra experiencia y acción concreta y con una perspectiva evangélica, sobre las dimensiones del fenómeno migratorio y los retos que plantea tanto a nuestra sociedad (legales, económicos, políticos, laborales, culturales, educativos…) como a la Iglesia (pastorales, organizativas…). Y, como tercer objetivo, probablemente el más importante, nos propusimos tratar de ser una voz pública cristiana, lo más representativa posible, al servicio de la convivencia, la integración social y el respeto de la dignidad trascendente y los derechos de las personas.

A lo largo de estos diez años, la Plataforma se ha ocupado a fondo de una gran diversidad de cuestiones: las dificultades de la integración social de los colectivos inmigrados, el reto de la diversidad cultural y religiosa, los prejuicios, xenofobia y actitudes de rechazo de una parte de la ciudadanía y los grupos políticos que la alimentan o se aprovechan, las problemáticas de los menores inmigrados no acompañados o también, muy particularmente, las problemáticas que afectan a las personas sin papeles: las políticas de internamiento y expulsión, los asentamientos en condiciones infrahumanas y otras situaciones de exclusión social, las políticas españolas y europeas de control de flujos y fronteras y sus graves consecuencias…

Como fruto de este trabajo, la Plataforma ha ido publicando periódicamente breves posicionamientos, notas de reflexión y artículos de opinión, tanto a través de sus propios canales como en los medios de comunicación. En este sentido cabe destacar, además de reflexiones sobre temas específicos, nuestros posicionamientos dirigidos a las candidaturas de las diferentes campañas electorales.

Hemos organizado también debates públicos y conferencias sobre estas cuestiones y promovido o participado en iniciativas colectivas (manifestaciones, concentraciones, encuentros de oración…). Con todo ello, nuestro objetivo ha sido tratar de sensibilizar, neutralizar prejuicios y miedos, y promover actitudes favorables a la acogida, la hospitalidad y la integración, tanto en la opinión pública en general como, muy especialmente, en nuestras comunidades cristianas.

También hemos tratado de ofrecer nuestra colaboración con los poderes públicos ante situaciones concretas conflictivas y contribuir en la definición de políticas o elaboración de leyes relacionadas con todas estas problemáticas. Para ello hemos tratado de mantener un contacto permanente con la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona, con diferentes representantes parlamentarios o con los mismos partidos políticos. En esta línea, cabe destacar nuestra participación en el Pacto Nacional para la Inmigración, aprobado en Cataluña por amplio consenso social el año 2008.

Así mismo, cuando lo hemos creído necesario hemos alzado nuestra voz frente a proyectos legislativos o decisiones políticas que hemos considerado inaceptables desde la perspectiva de los derechos humanos y la dignidad de las personas. Es el caso, por ejemplo la lamentable exclusión de las personas sin papeles de la sanidad pública, el intento de establecer sanciones penales a quienes dieran asistencia a estas personas, las graves vulneraciones de derechos humanos en las fronteras del sur de Europa y en los Centros de Internamiento de Extranjeros, cuestionando su misma necesidad y legitimidad democrática.

Por lo que se refiere a los CIE, la Plataforma solicitó a la delegación del Gobierno en Cataluña la posibilidad de poder visitar a los internos con una finalidad de apoyo y acompañamiento. Después de repetidas negativas y dificultades, finalmente se consiguió la autorización para que un grupo de voluntarios de la Plataforma, coordinado por la Fundación Migra Studium, comenzara a desarrollar dicho trabajo.

Hoy en día la Plataforma sigue muy viva y con mucho trabajo por delante. Ciertamente, las características del fenómeno migratorio son hoy muy diferentes a las del momento en que surgió la Plataforma. Actualmente la entrada de población extranjera es comparativamente muy escasa y asistimos más bien a una situación de emigración y re-emigración, con pérdida neta de población.

A pesar de ello, es evidente que existen todavía retos muy importantes. Entre otros, cabe destacar la irracional intención política de seguir manteniendo nuestras fronteras completamente cerradas, generando mucho sufrimiento y violencia. A la vez, hay que seguir trabajando en favor de la acogida y la adecuada integración social, en un contexto de una enorme pluralidad cultural y religiosa y de persistentes actitudes miedo y rechazo, así como los fenómenos de exclusión social y desigualdad que padecen todavía importantes colectivos.

A ello hay que añadir la grave crisis de refugiados de Oriente Medio y Asia, ante la que los gobiernos europeos han reaccionado con una increíble torpeza y egoísmo. Esto nos obliga, como ciudadanos y como Iglesia, a alzar nuestra voz para exigir una verdadera acogida y el establecimiento de vías seguras que garanticen el derecho de asilo y el respeto los derechos humanos de los refugiados.

Por todo ello, la Plataforma sigue muy preocupada de ofrecer una respuesta evangélica, a la altura de las circunstancias. Y nuestro particular deseo en este momento es ser capaces de incidir más eficazmente a favor de la sensibilización, la concienciación y la educación, especialmente en el interior de los mismos ámbitos cristianos, que haga posible una sociedad más acogedora, fraternal y hospitalaria.

* Coordinador de la Plataforma d’Entitats Cristianes amb els Inmigrants.