El bautizado consciente sabe que el centro del Universo, de la Historia y de la Eternidad es Cristo, y que todo lo que no tiende hacia Él traiciona su vocación, su razón de ser… El bautizado acepta matar su mala inclinación que le llevaba a referirlo todo a sí mismo, para referirlo todo, y él mismo, a Cristo. Entonces todo se le transforma en don de Dios, incluso los mismos pecados, que le servirán para humillarse y estar más cerca de Jesús Humilde (Rovirosa, Dimas, OC. T.I, 373).
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