Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra, y a hacerla carne en su existencia concreta… comunicar a otros lo que uno ha contemplado… Aceptar ser herido por esa Palabra que herirá a los demás, porque es una Palabra viva y eficaz… La gente prefiere escuchar a los testigos… Exige a los evangelizadores que hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo (Francisco, EG 150)
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