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48º Jornada Mundial de la Paz: Ya nunca más esclavos, sino hermanos

23 enero 2015 | Por

48º Jornada Mundial de la Paz:  Ya nunca más esclavos, sino hermanos

Víctor Manuel Marí Sáez  | La Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el 1 de enero, suele pasar desapercibida para la mayoría de los cristianos. Muchos se despiertan ese día más tarde de lo habitual, tras haber despedido el año en medio de celebraciones, con alguna que otra copa de más. Un amanecer que, para los que tienen cierta edad, va acompañado de los saltos de esquí que retransmite la televisión, y de la «Marcha Radetzky» con la que finaliza el Concierto de Año Nuevo de Viena. Con las palmas que da el público al ritmo de esta marcha, algunos jóvenes de nuestras casas empiezan a abrir los ojos.

A pesar de esta competencia que sufre la Jornada Mundial de la Paz, merece la pena dedicarle un hueco para rescatar su valor. Por varios motivos. En primer lugar, para dar visibilidad y reconocimiento a «Justicia y Paz», institución impulsora de esta acción. Esta instancia eclesial fue fundada al calor del Concilio Vaticano II, con la intención de «estimular a la comunidad católica para promover el progreso en las regiones necesitadas y la justicia social en la escena internacional».

Desde su puesta en marcha, los grupos de Justicia y Paz existentes en muchas diócesis del mundo han sido impulsores de dos elementos irrenunciables de la acción social transformadora:1) el análisis de las condiciones estructurales/sistémicas que generan pobreza, desigualdad y exclusión social y 2) la necesaria toma de conciencia (concienciación) de las causas de la injusticia social, así como de las condiciones materiales para el impulso de procesos de transformación social. Normalmente estos grupos, reducidos en el número de sus miembros, elaboran informes y comunicados para llamar la atención sobre los acontecimientos locales y mundiales que requieren de mayor concienciación y crítica estructural. Al tiempo, en la medida de sus posibilidades, participan de aquellas iniciativas diocesanas que permiten abrir caminos a la justicia social. En el plano personal, mi experiencia fue muy grata durante el tiempo en el que coincidí con Justicia y Paz-Madrid (concretamente con Luis Núñez) en el equipo impulsor de la Escuela de Formación Sociopolítica situada en el Instituto San Pío X (barrio de Ventas, Madrid), allá por los años 90′.

De la cultura de la esclavitud a la cultura de la fraternidad

El mensaje de este año lleva por lema «Ya nunca más esclavos, sino hermanos». La esclavitud está presente en nuestras sociedades, a pesar de que suene a prácticas del pasado. En el mundo occidental, principalmente en Europa, los años del llamado Estado del Bienestar supusieron un intento de atenuación del rostro más salvaje y explotador del capitalismo. La llegada de la globalización capitalista y la crisis en la que actualmente estamos inmersos nos hace percibir de nuevo, con fuerza, el rostro esclavizador del sistema social dominante. En el comunicado del papa Francisco para este evento se alude a dinámicas concretas en las que se manifiestan estas nuevas formas de esclavitud: el tráfico de seres humanos, la trata de inmigrantes, el trabajo esclavo y la mentalidad esclavista hacia las mujeres y niños.

La esclavitud hiere la fraternidad universal y, por tanto, también afecta a la paz. «Paz». Una palabra que habitualmente aparece en unos términos evanescentes y vaporosos. La paz, representada por ángeles que se mueven entre las nubes, alejados del mundanal ruido. Por ello tiene especial valor la vinculación, radicalmente diferente, que se establece en el mensaje de este año entre la paz, la fraternidad y la justicia, como tres caras de una misma realidad, que luchan contra las dinámicas de muerte de la esclavitud.

Recuperar la fraternidad, como dice el mensaje de las jornadas, «requiere de la superación de la desigualdad, en base a la cual un ser humano puede hacer esclavo a otro, y el consiguiente compromiso de proximidad y gratuidad en favor de un camino de liberación e inclusión para todos».

Un mensaje en el que resuena el eco profético que acompaña a este tiempo de Navidad. Al hilo de estas palabras tiene sentido recordar el mensaje de justicia y de paz que surge del profeta Isaías y que ha sido versionado en forma de canción por la Comunidad de Taizé: «Hoy comienza una nueva era. Las lanzas se convierten en podaderas. De las armas se hacen arados, y los oprimidos son liberados» (Isaías 2, 1-5).

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