Un día especial en el que la Iglesia quiere recordar a todos los que han muerto, tenerlos presentes, desearles la paz, el descanso, más todavía, desearles el abrazo del Dios Padre lleno de ternura y misericordia. El Dios de vivos y no de muertos, el Dios que mira más nuestros actos de amor que nuestras debilidades. Un día para que nuestra fe se afiance en el Dios de la Vida.
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