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Yo presto, tú prestas, él presta

04 septiembre 2013 | Por

Yo presto, tú prestas, él presta

Con la vuelta al cole, las economías de las familias trabajadoras sufren de lo lindo. Más aún en un contexto generalizado de paro, bajadas de sueldos y recortes de becas. Varias familias del colegio público de Infantil y Primaria Miguel Servet en el distrito de Carabanchel (Madrid) han impulsado un banco de libros de texto para amortiguar el golpe en los presupuestos familiares.

Ya el curso pasado, ante la situación económica de las familias del barrio de San Isidro, en Carabanchel, se intentó promover el intercambio de los libros de texto, pero al haber cambiado el manual de varias asignaturas, la idea quedó en suspenso. Al menos, la dirección del colegio, que en todo momento vio con buenos ojos la iniciativa, se comprometió a reducir el material obligatorio del que debía proveerse el alumnado.

De hecho, desde hace años, se descartó el uso de libros para las asignaturas de Música y Plástica y se decidió pedir un paquete de folios por estudiante. También se planificó que habría un libro de lectura común y otros dos diferentes para cada rama, de modo que se pudieran intercambiar, con el objetivo de que al final cada niña o niño hubiera leído tres obras como mínimo.

El curso que está a punto de empezar se estrenará con la puesta en marcha del banco de libros de texto. Para ello, la Asociación de Madres y Padres de Alumnos trasladó su intención a la dirección del centro y debatió entre sus miembros la mejor manera de ponerla en práctica. Después de Semana Santa, comenzó la campaña de comunicación, con el reparto de pegatinas en las que se podía leer «Yo presto, ¿y tú?», la colocación de hojas informativas y la distribución de circulares, en las que se invitaba a todas las familias a donar los libros usados, al término del curso.

Una veintena de madres y algún que otro padre se turnaron para recoger los libros durante los tres últimos días del curso pasado, a la salida de las clases. A los donantes se les entregó un justificante que tendrá que utilizar en septiembre a la hora de recoger los volúmenes necesarios para sus hijos. Acabada la recepción, hubo que clasificar y sellar cada libro, al que se le añadió una pegatina donde poder escribir el nombre del nuevo usuario, para después hacer un lote por cada curso.

Laura Ruiz y Mónica Jiménez, militantes de la HOAC de Madrid, recuerdan aquella mañana de julio, acabado el periodo lectivo, en la sede del AMPA, por la intensidad del esfuerzo y el miedo a que no hubiera libros para todos. «Al principio, todos teníamos recelos porque nadie podía garantizar que el donante fuera a recibir la misma cantidad de libros o que hubiera algunos en tan mal estado que no se pudieran reutilizar, pero en general la respuesta ha sido bastante positiva, empezando por la veintena de padres que ha dedicado muchas horas y mucho esfuerzo a esto», recuerda Laura Ruiz, quien insiste en que «incluso familias con niños en infantil, donde no es posible el intercambio de libros y por tanto no van a recibir nada, han colaborado en la organización del banco de libros».

Desde luego, estas dos madres tenían claro que inevitablemente «había que correr el riesgo» de no ver recompensada la buena intención inicial y estar preparadas para los inevitables roces que suelen acarrear estas experiencias. Es muy habitual que, una vez puesta en marcha una iniciativa, algunos de los que no confiaban en su éxito sean los primeros en querer beneficiarse de ella y presentar sus exigencias.

El AMPA del colegio al que asisten más de 450 niños y niñas ha logrado estar en disposición de entregar libros a los alumnos de todas las etapas, aunque es verdad que algunos cursos, como por ejemplo 3º de Primaria, disponen de manuales de todas las asignaturas principales, mientras que los de 5º se tendrán que conformar con uno o dos, más que nada, porque «los libros llegan hechos una pena». Siempre habrá quien opte por comprar un libro nuevo porque juzgue que el que le ha tocado de segunda mano no está en condiciones, pero ya es una decisión personal y, sobre todo, nadie estará obligado a elegir entre «comer o comprar los libros de sus hijos».

La experiencia ha servido para acabar con muchos de los recelos iniciales y para abrir un camino, que no solo supone un ahorro, sino también la promoción del respeto por el material escolar, del cuidado de lo que puede servir a todos y el valor de la reutilización. Con todo, todavía queda mucho por hacer, explica Laura Ruiz: «Los profesores tienen que insistir más en que no se subraye los libros con bolis ni roturadores, en que hay que cuidar el material, en que es preferible usar libretas y folios antes que los cuadernos de trabajo de las editoriales y los padres debemos procurar que nuestros hijos cuiden los libros y entiendan el valor de prestarse cosas unos a otros».

Habrá que esperar a ver cómo va el curso, para comprobar si la iniciativa tiene o no recorrido. De momento, hay que pensar que cuando el Ministerio de Educación apruebe los cambios en el currículo y en las asignaturas habrá que adquirir los nuevos manuales. Pero eso será en otro curso.

Publicado en NNOO nº 1551 de septiembre de 2013

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