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  • 01-02-2021


    Jesús Espeja, teólogo: «Es necesario volver a Jesús, como lo experimentaron las primeras comunidades»


    El último libro de nuestro colaborador Jesús Espeja, «Jesús de Nazaret. La mí­stica de una sociedad fraterna», publicado en Ediciones HOAC, presenta la esencia del Evangelio en diálogo con el mundo actual, necesitado de la vivencia cristiana de la fraternidad.

    Por José Luis Palacios

    ¿Qué le ha movido a escribir este libro, teniendo en cuenta la cantidad de obras desde todos los puntos de vista imaginables ya publicadas?

    Hace tiempo publiqué un libro con muchas páginas sobre Jesucristo, y un hermano dominico me dijo: «Â¿No te cansas de hablar siempre de lo mismo?». Le respondí­: «Â¿Tú no crees que Jesucristo es Palabra inagotable?». La encarnación continúa en la humanidad. En y desde cada situación la Palabra habla de nuevo. Actualmente son tantas las disquisiciones sobre Jesucristo que los árboles no dejan ver el bosque. En este libro he intentado exponer, sin ignorar los avances bien significativos en la investigación, de forma breve, accesible y sin ropajes, lo que me parece nuclear hoy para la vida cristiana en un cambio de época.

    Habla de un cambio de época. ¿Cree que debe cambiar la Iglesia?, ¿tiene que ver algo este libro con ese cambio?

    Por supuesto que urge un cambio en la Iglesia. No solo en el entendimiento de sí­ misma, sino también en su relación con el mundo en cambio. Cada época exige recrear la experiencia cristiana, inseparable de la experiencia humana. La Iglesia es parte de la humanidad; debe escuchar los latidos del corazón humano en el tiempo, donde algo muere y algo nuevo nace. A muchas visiones y prácticas eclesiales le ha llegado ya la fecha de caducidad. El papa Francisco se afana en que la Iglesia salga de la esclerosis y discierna la presencia de Dios, que se está dando como amor en muchos reclamos de nuestro tiempo. Hoy, la Iglesia tiene que abrirse al pluralismo cultural, sin caer en el relativismo, ni en el fanatismo. Y la referencia decisiva para este cambio no es el barroquismo cultural, ni el dogmatismo con que muchos identifican al cristianismo, sino la experiencia y conducta de Jesús, evangelio viviente. Solo en la fe de la Iglesia nos encontramos con Jesucristo. Pero las prácticas religiosas no juzgan a Jesucristo, sino que la conducta de Jesús juzga sobre la verdad de las prácticas religiosas. De ahí­, la necesidad de volver a Jesús tal y como lo creyeron o experimentaron las primeras comunidades cristianas. Para responder a esa preocupación tiene sentido este libro.

    ¿A quién va dirigido este libro y qué pueden encontrar quienes se hagan con él?

    En principio, va dirigido a todos. Mi objetivo es doble: ayudar a los creyentes cristianos en el crecimiento de su fe adulta y ofrecer a los no cristianos o bautizados que se alejan de la Iglesia la figura y el mensaje central de Jesús, que es la entraña de la fe o experiencia cristiana. En un tiempo de mudanzas, este libro quiere ofrecer una referencia firme, favoreciendo el encuentro y la inmersión en la experiencia de Jesús, en un clima de dinamismo vivo, para encauzar la propia existencia en relación con ese misterio que llamamos Dios, en este mundo cambiante.

    ¿Por qué consideró oportuno que esta obra suya fuera parte de la colección de Ediciones HOAC?

    Porque los bautizados que tejen su existencia en el mundo de trabajo viven de cerca el anhelo de más humanidad y tienen que colaborar con todos, creyentes religiosos o no, en la búsqueda de un trabajo digno para todos. Según la fe o experiencia cristiana, en la conducta de Jesús la verdadera condición de Dios se prueba en una sociedad donde todos podamos vivir con la dignidad de personas, trabajar fortaleciendo esa dignidad y satisfacer nuestros derechos fundamentales. Además, la HOAC es, en el mundo laboral, avanzadilla de la Acción Católica que promovió Pio XI viendo ya la «apostasí­a de las masas», y apuntando a una «Iglesia en salida», que promueve el papa Francisco.

    En la presentación se afirma que Jesucristo es una referencia decisiva para la construcción de una organización económica al servicio de una vida digna...

    Jesús de Nazaret vivió en un tiempo, en una sociedad y en una cultura rural muy distinta de la nuestra. Pero en su conducta o evangelio hay una centralidad de la persona humana sobre normas, y organizaciones sociales y religiosas, que es determinante para la organización de la economí­a. Esa centralidad de la persona, se concreta en una jerarquí­a de valores: la persona es fin y no debe reducirse a medio, hay que compartir en vez de acaparar, el ejercicio del poder solo es humano como mediación del amor, la solidaridad debe prevalecer sobre el individualismo. Esto tiene actualidad profética para corregir un modelo económico, cuya ideologí­a se concreta en la utilización irreverente de las personas, en acaparar riqueza mientras muchos mueres de hambre y en ejercer el poder para dominar a los otros. Si en la gestión de la economí­a no entra la lógica del don, la gratuidad y la compasión samaritana que encarnó Jesús, la lógica de la comercialización, en vez de competitivos, nos enfrentará como rivales, acabará matándonos y destruyendo la tierra que es nuestro hogar.

    ¿Cómo considera que serí­a la manera más adecuada de leer su libro y qué predisposición y condiciones considera que serí­an mejores para su mejor asimilación?

    Cuando pensamos en Jesús de Nazaret, todos tenemos imágenes y visiones que hemos recibido en catecismos y en prácticas eclesiales, que responden a un tiempo y a una cultura o forma de interpretar la vida. Para leer este libro, no debemos partir de las imágenes que habitan en nuestras cabezas sobre la divinidad o la religión, sino al revés: aceptar la conducta de Jesús, tratando de recrearla en nuestra conducta y, desde ahí­, vislumbrar, o mejor, experimentar la cercaní­a benevolente de Dios, siempre mayor y juzgar sobre la verdad evangélica de nuestras prácticas religiosas. Este libro debe leerse como meditación personal. Y esta meditación será más auténtica, si se lee dentro de un grupo donde, a la escucha del otro, podemos enriquecer nuestra comprensión del evangelio y crecer en humanidad, desde una fe o experiencia cristiana, cada dí­a más intensa.

    Con la explosión sin lí­mite de la información, no tanto del conocimiento, ¿cómo su libro puede contribuir a una experiencia más auténtica del encuentro con í‰l o a recuperar la esencia de sus enseñanzas?

    Ante tanta exuberancia de información, es natural que hasta los mismos cristianos estemos hartos. Por otro lado, las informaciones que llegan de todos lados nos entontecen e instalan esa «ceguera blanca» que denunciaba el literato y pensador José Saramago. La voz de la Iglesia, cada vez, tiene menos eco en una sociedad laica y muchos la miran como una institución de prácticas religiosas periclitadas que no evocan la conducta de Jesús. Esta conducta es una invitación a despertar en nuestra interioridad y a ser nosotros mismos, cuando nos amenaza la superficialidad y la manipulación.

    En un momento de gran impulso reformador de la Iglesia, de la mano del papa Francisco, ¿qué sentido tiene recuperar y actualizar el Jesús de Nazaret evangélico?

    La gran tentación de la comunidad cristiana es la instalación o autoreferencialidad, cuando solo tiene sentido como signo e instrumento de la comunión con Dios revelado en Jesucristo y de la fraternidad universal. Es la vocación que vemos plenamente realizada en la conducta de Jesús que «derribó los muros» de separación entre los pueblos. Del papa Francisco son frases como «Necesidad de que la Iglesia salga del eclesiocentrismo»; «Jesús es la base, el fundamento de la Iglesia que ha de llevar a Jesús»; «Si alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, esa Iglesia serí­a una Iglesia muerta».

    En una sociedad cada vez más secularizada y más utilitarista, ¿cuáles son los principales obstáculos para acercarse con honestidad al Resucitado y su evangelio?

    En la modernidad, el ser humano ha despertado a la subjetividad, es consciente de que ha sido puesto en manos de su propia decisión y reclama su autonomí­a, en la gestión de las tareas seculares. Son signos del Espí­ritu y oportunidad para descubrir que esos reclamos son imperativos en la conducta histórica de Jesús. Con esa nueva cultura quiso entrar en diálogo el Vaticano II, pero ese diálogo exige muchos cambios de mentalidad y de práctica en la Iglesia, que no son fáciles y exigen tiempo. La dificultad se agrava, no solo porque la orientación del Concilio no ha calado suficientemente en la comunidad cristiana, sino también porque en la cultura que hoy respira la modernidad, la racionalidad utilitarista nos ciega e instala en la superficialidad; tanto bullicio tapona nuestros oí­dos para escuchar el rumor de trascendencia que nos constituye y a la Iglesia se la mira como un conjunto de prácticas religiosas pertenecientes a un tiempo pasado.

    Volviendo al principio y para cerrar esta entrevista, ¿por qué la fraternidad requiere de una mí­stica y qué puede aportar la mí­stica cristiana, en concreto, a la construcción de ese otro mundo posible y necesario?

    En nuestro mundo globalizado, los humanos estamos más cerca unos de otros, pero no estamos unidos en un rumbo común. El egocentrismo y la fiebre posesiva nos dividen y nos hacen enemigos unos de otros. El ejercicio de la libertad procede, según la ley del más fuerte, y la igualdad de oportunidades queda en papel mojado. Falta la experiencia y la práctica de la fraternidad. Todos hermanos (Fratelli tutti) proclama el papa Francisco .Y esta fraternidad encuentra fundamento en la experiencia mí­stica de Dios como Presencia de amor que a todos nos hermana. Es la novedad que Jesús de Nazaret plasmó en su conducta siendo totalmente para los demás.

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Jesús Espeja

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